Traigo el arte por debajo de las uñas, incrustada en la carne. Tendría que quitarme los dedos para dejar de hacer lo que hago, es la única forma de librarme de este don maldito que me salva y me ahoga a partes iguales.
Mi familia dice que aprendí a leer y escribir antes que a caminar. Que a los dos años con colores empecé a hacer letras y garabatos distorsionados advirtiéndoles desde esa edad, aún sin conciencia, que iba tener esa maña de dibujar lo que mis ojos ven y escribir lo que mi mente escucha. Así fuera ciega y sorda.
La literatura fue una sombra que aparece más con luz de luna, me enamoró con sus palabras y me guió a escribir las mías propias ya que sabía que siempre tendría algo que decir.
El arte, por lo contrario, fue más intermitente. Iba y venía a su antojo pero en realidad siempre estaba allí, escondido en mi cerebro justo en la parte visual. Me hacía ver que podía crear realidades alternas a la mía con solo un lienzo, pinceles y pinturas. O algo más humilde, con lápiz y papel.
Estas dos esencias me complementan, no soy una sin ninguna. Aunque hay días que no hacen acto de presencia, no las puedo forzar porque me arriesgo a que se vayan sin pasaje de vuelta.
Si me faltan, dudo mucho que muera, pero le perdería el sabor a la vida, el color a las cosas y el significado a las palabras.
No moriría, pero tampoco viviría, sería solo un cuerpo autónomo respirando por inercia y no por las ganas.
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3:00 a.m
PoesíaLa poesía es un alma en pena que me posee al cubrir mis ojos con sus manos blancas haciendo de las mías su marioneta personal. Sintiendo por mis dedos la contextura del plumero. Olerlo. Entenderlo. Hablarle. Rezarle. Seducirle. Todo para que él cob...