En el cuento de aquel extraterrestre en forma de niño con cabellos rubios leí que el pobre y preguntón infante veía atardeceres cada que estaba triste.
Me pasa lo mismo, pero cuando el corazón me pesa el amanecer es el que me consuela.
Como su planeta era muy pequeño, le bastaba con mover de posición de la silla para poder volver a ver el atardecer cada que quisiera... o cada que estuviese triste.
Le tengo un poquito de envidia al Principito.
Yo también quisiera ver el amanecer 43 veces...
en un día.
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3:00 a.m
PoezieLa poesía es un alma en pena que me posee al cubrir mis ojos con sus manos blancas haciendo de las mías su marioneta personal. Sintiendo por mis dedos la contextura del plumero. Olerlo. Entenderlo. Hablarle. Rezarle. Seducirle. Todo para que él cob...