Cap. 40

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[ TRES DÍAS DESPUÉS]

JISOO

Todas estábamos en la casa de mis padres, decidimos reunirnos para cenar juntos antes de que volvamos a la Universidad y otra vez estemos limitadas de tiempo, todo esta listo para mí pedida de mano, me llevo algo de tiempo encontrar el anillo perfecto para mi rubia preciosa pero lo logré, pobre Lisa, ya estaba desesperada de tanto esperar.

[FLASHBACK]

—Chu, llevamos dos horas aquí y aún no te decides por un anillo —se quejó Lisa, con un tono de impaciencia en la voz.

—Lo sé, lo sé. Pero no quiero darle algo común. Todos los anillos de compromiso suelen ser iguales. Quiero algo que realmente le encante, algo que sea perfecto para ella —expliqué, dejando escapar un suspiro que reflejaba mi frustración.

Lisa, siempre directa, se giró hacia la amable dependienta que nos estaba atendiendo.

—Disculpe, señorita, ¿tendrán más anillos de compromiso? —preguntó con cortesía.

—Sí, tenemos algunos que están bajo llave, ya que son de mayor valor. ¿Les gustaría que se los muestre? —respondió la mujer, con una sonrisa profesional.

—Sí, por favor —contestó Lisa sin dudar.

Después de unos minutos, la mujer regresó con un pequeño maletín en las manos. Se acercó a nosotras y lo colocó en el mostrador, introduciendo una combinación en la cerradura. Al abrirlo, nos reveló una selección de anillos adornados con piedras preciosas que parecían brillar con vida propia.

Observé cada uno de ellos detenidamente, pero ninguno me convencía del todo. La dependienta, notando mi indecisión, trajo otro maletín. Apenas lo abrió, mis ojos se enfocaron en un anillo en particular.

—Este es —exclamé, tomando con delicadeza el anillo de oro rosado con un pequeño diamante en el centro. Era perfecto, hecho a la medida de Rosé.

 Era perfecto, hecho a la medida de Rosé

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—Es hermoso, Unnie. Le va a fascinar —dijo Lisa, con una sonrisa radiante que iluminaba su rostro.

—Me llevaré este, por favor —le dije a la dependienta, sin apartar los ojos del anillo que ya había conquistado mi corazón.

—Por supuesto. Tiene un valor de 5,000,000 de wones —respondió la mujer con cortesía, mencionando la cifra con precisión—. ¿Está bien?

—Por supuesto. Vale cada centavo por la persona a quien se lo daré —respondí, entregándole mi tarjeta de crédito con decisión—. Cóbrelo de aquí, por favor.

Justo cuando pensaba que habíamos terminado, Lisa señaló dos argollas de matrimonio, también de oro rosado.

—Deme estas dos argollas, por favor —dijo, extendiendo su tarjeta con una sonrisa que mezclaba determinación y orgullo.

Destinadas a ser. (G!P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora