22 ✨ Oesed

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Alya espero a su hermano afuera de la sala común de Gryffindor, se puso en una zona donde la Dama Gorda no pudiera verla

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Alya espero a su hermano afuera de la sala común de Gryffindor, se puso en una zona donde la Dama Gorda no pudiera verla. Rezo para no encontrarse con Filch o con su gata.

—¿Quién anda ahí? —chillo la Dama Gorda.

Harry salió por detrás de la capa invisible.

—¡Eso fue asombroso! —Alya lo miraba con la boca abierta —. Por cierto que impuntual eres.

—O quizá tú eres extremadamente puntual.

Harry tapo a su hermana con la capa invisible y fueron hasta la biblioteca.

La biblioteca estaba oscura y fantasmal. Harry encendió una lámpara para ver la fila de libros. La lámpara parecía flotar sola en el aire y hasta el mismo Harry, que
sentía su brazo llevándola, tenía miedo.

La Sección Prohibida estaba justo en el fondo de la biblioteca. Pasando con
cuidado sobre la soga que separaba aquellos libros de los demás, Harry levantó la lámpara para leer los títulos, mientras Alya revisaba los títulos de los libros.

No le decían mucho. Las letras doradas formaban palabras en lenguajes que Alya no conocía. Algunos no tenían títulos. Un libro tenía una mancha negra que parecía
sangre.

Alya estaba fascinada con los libros de la Sección Prohibida.

Tal vez se lo estaban imaginando, tal
vez no, pero les pareció que un murmullo salía de los libros, como si supieran que había alguien que no debía estar allí.

Tenían que empezar por algún lado. Harry dejó la lámpara con cuidado en el suelo y miró en una estantería buscando un libro de aspecto interesante. Le llamó la atención un
volumen grande, negro y plateado. Lo sacó con dificultad, porque era muy pesado y, balanceándolo sobre sus rodillas, lo abrió.

Alya tomo otro libro y comenzó a hojearlo, quería llevárselo y leerlo con más calma.

Un grito desgarrador, espantoso, cortó el silencio… ¡El libro gritaba! Alya pego un brincó del susto.  Harry lo cerró de golpe, pero el aullido continuaba, en una nota aguda, ininterrumpida.

—¡Harry! —lo reprendió Alya.

—Lo siento..

Harry retrocedió y chocó con la lámpara, que se apagó de inmediato. Aterrado, oyó pasos que se
acercaban por el pasillo, metió el volumen en el estante y salieron  corriendo. Pasaron al lado de Filch casi en la puerta, y los ojos del celador, muy abiertos, miraron a través de los mellizos. Se agacharon, pasaron por debajo del brazo de Filch y siguieron por el pasillo, con los aullidos del libro resonando en sus oídos.

Se detuvieron de pronto frente a unas armaduras. Habían estado tan ocupados en escapar de la biblioteca que no habían prestado atención al camino. Tal vez era porque estaba oscuro, pero no reconocieron el lugar donde estaban. Había armaduras cerca de la cocina, eso lo sabía, pero debía de estar cinco pisos más arriba.

—Usted me pidió que le avisara directamente, profesor, si alguien andaba dando vueltas durante la noche, y alguien estuvo en la biblioteca, en la Sección Prohibida.

Alya sintió que se le iba la sangre de la cara. Filch debía de conocer un atajo para llegar a donde él estaba, porque el murmullo de su voz se acercaba cada vez más y, para su horror, el que le contestaba era Snape.

—¿La Sección Prohibida? Bueno, no pueden estar lejos, ya los atraparemos.

Harry y Alya se quedaron petrificados, mientras Filch y Snape se acercaban. No podían verlos, por supuesto, pero el pasillo era estrecho y, si se acercaban mucho, iban a chocar contra ellos. La capa no ocultaba su materialidad.

Retrocedieron lo más silenciosamente que pudo. A la izquierda había una puerta entreabierta. Era su única esperanza. Se deslizaron, conteniendo la respiración y tratando de no hacer ruido. Para su alivio, entraron en la habitación sin que los notaran.

Pasaron por delante de ellos y Harry se apoyó contra la pared, respirando profundamente, mientras escuchaba los pasos que se alejaban. Habían estado cerca, muy cerca.

—Eso, estuvo cerca —dijo Alya recuperando el aire —. ¿Te imaginas que hiciera pasado si nos descubrían?

—Prefiero no saberlo.

Transcurrieron unos pocos segundos antes de que se fijaran en la habitación en la que se habían ocultado. Parecía un aula en desuso. Las sombras de sillas y pupitres amontonados contra las paredes, una papelera invertida y apoyada contra la pared de enfrente…

—Ly, mira eso.

Era un espejo magnífico, alto hasta el techo, con un marco dorado muy trabajado, apoyado en unos soportes que eran como garras. Tenía una inscripción grabada en la
parte superior: Oesed lenoz aro cut edon isara cut se onotse.

Se acercó al espejo. Se detuvo frente a él justo al lado de Harry. Alya observó la inscripción del espejo intentando descifrar lo que decía.

—Son... Son nuestros padres.

—Harry, ellos están muertos.

—Te lo digo enserio Ly, estan aquí, en el espejo.

Alya lo miro como si Harry hubiera perdido la cabeza. Miró al espejo. Una mujer, justo detrás de su reflejo, le sonreía y agitaba la mano. Era una mujer muy guapa. Tenía el cabello rojo oscuro y sus ojos… Eran iguales a los de los mellizos. Verde brillante,
exactamente la misma forma

El hombre alto, delgado y de pelo negro que estaba al lado de ella le pasó el brazo por los hombros. Llevaba gafas y el pelo muy desordenado. Y se le ponía tieso en la nuca, igual que a Harry.

Alya jamás y aia visto a sus padres, sus tíos no tenían ni una sola foto de ellos y si las tuviesen ellos estaban seguros de que no se las mostrarían.

—¿Mamá? —susurró Harry —. ¿Papá.

—Eres igual a él, a papá.

En su interior sentía un poderoso dolor, mitad alegría y mitad tristeza terrible. No supieron cuánto tiempo estuvieron allí. Los reflejos no se desvanecían y Alya miraba
y miraba, hasta que un ruido lejano lo hizo volver a la realidad. No podían quedarse allí, tenían que encontrar el camino hacia el dormitorio. Harry apartó los ojos de los de su madre y susurró: «Volveré.», Alya aunque también tenía muchas ganas de volver a verlos, sabía que aquellos reflejos no eran realidad, quizá ya había descubierto el significado de la inscripción. Salieron apresuradamente de la habitación.

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