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Juan Cubito, apenas con 11 años  ingresaba por primera vez a la escuela.

Hasta ese momento solo había tomado educación en casa, haciendo que la noticia de ir a una escuela junto con demás niños fuera la mejor que le pudieron dar en lo que lleva de su corta vida.

Una noche antes había acomodado todo en su lugar, su mochila estaba al lado de la puerta de su habitación, la ropa recién comprada por sus padres se encontraba perfectamente doblada en un mueble frente a su cama, ¡incluso tomó una ducha nocturna!

Eso no evitó que a la mañana siguiente volviera a repetir su rutina de la noche, se ducho, vistió y arregló con una emoción que cualquiera podría notar, su sonrisa cuándo puso su mochila en la espalda era tan reluciente que cuando su madre la vió no tardó en contagiarse de alegría.

—¡Voy a la escuela! ¡voy a la escuela!— parloteo con efusividad mientras desayunaba de forma rápida, no quería llegar tarde a su primer día.

—Más despacio cariño, te puedes ahogar, además aún es temprano— habló su madre, solo se limitaba a verlo, ella ya desayunará después.

—Se que es temprano pero quiero ser el primero, alcanzar lugar al frente para prestar mucha más atención... ¡y hacer amigos!— lo último lo dijo como si fuera su meta principal.

—Muy bien, en ese caso si ya estás lleno puedes retirarte de la mesa— la mujer fue hasta la puerta principal del hogar.

Juan no tardó en seguirla, dejo casi a medias su cereal pero no le importaba, ya comería algo en la cafetería.

Una vez ambos en la puerta la mujer se puso a la altura del infante, acomodo su suéter y sus lentes cuadrados que lo hacían ver tierno y más pequeño de lo normal.

—¿Te portas bien verdad?—

—¡Sí mami!—

—¿Seguro que no quieres que te lleve yo?— le dedico una mirada de preocupación, no es que Juan no conociera el camino, simplemente tenía miedo de que algo le pasará.

—Estare bien mamá, llegaré sano y salvo— miro el reloj que colgaba en la pared y se alarmó por lo "tarde" que se le hacía —¡Bye mamá ya me tengo que ir!— le dio un beso en la mejilla a su madre y cruzó la puerta dispuesto a irse.

—¡Juan!— su madre grito y por consecuente giro su rostro —Tu mochila cariño— soltó una pequeña risa y le extendió el objeto a un pequeño niño avergonzado.

Juan tomo su mochila, volvió a despedirse de su madre y emprendió camino hasta la gran institución.

Su primero día iba a ser fantástico.

















No pude aguantarme, había una química ahí 👹👹

Cagón       (Juackity)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora