XII. La Reina

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Brant tocó a la puerta de la habitación de su líder al haber sido convocado por la misma.

―Oh, pasa Querido Aprendiz, pasa. ―lo saludó ella, elegante como siempre.

―Jefa. ―devolvió el saludo con un movimiento de cabeza― ¿Qué desea?

La malicia entonces pintó una sonrisa entre los labios de la mujer.

―No es tanto lo que yo deseo Brant. Es más lo que tú has llevado deseando desde hace más de un año...

El semblante siempre tan apático del pelirrojo pronto cambió a expresar sorpresa e ilusión.

―¿Se refiere a...?

―Así es Querido: Ya es tiempo de que cobres tu tan esperada venganza.

La sonrisa del chico ante tal noticia fue tan amplia como lo retorcida que era. No obstante, antes de decir lo que fuera, su jefa agregó:

―Pero, debes ser paciente: Una buena venganza bien servida debe estar por consecuente bien estructurada; lo que te pediré hacer simplemente sería el inicio de ésta, por lo que te pediré también ser cauto con tus acciones.

―¿Cauto? ¿Pero qué tiene que ver el ser cauto cuando para vengarte sólo se necesita de golpes para llevarla a cabo?

Seline se esforzó mucho en no hacer evidente su hastío: Vaya que no hubo elegido al aprendiz más brillante...

―Querido Brant: La venganza es más jugosa si la saboreas; no se trata de sólo atacar sin pensar. Tú quieres que ese monstruo pague con sufrimiento por lo que hizo ¿Verdad?

El chico asintió.

―Sabía que lo entenderías; confiaré plenamente a que sigas mis indicaciones al pie de la letra. Verás que al final vale la pena.

Su mentora entonces le pidió acercarse para susurrarle lo que tramaba. Brant prestó oído atento y, mientras lo hacía, una retorcida sonrisa satisfactoria decoró su rostro.

―Jefa, sabía que tenía una mente prodigiosa pero no creí que tanto. ―elogió el muchacho después de escuchar todo el plan.

Seline rio, pretendiendo humildad.

―Brant, basta. Soy una genio, eso ya lo sé.

El chico rio junto con ella y procedió a retirarse.

―No la defraudaré Jefa.

―Cuento con eso Querido. Hasta entonces.

Una vez se hubo retirado el muchacho, Seline se recostó plácidamente en su acolchonado sofá de plumas. Su plan resultaría a pedir de boca. Apenas estaba empezando a ponerse cómoda cuando un objeto pequeño entre los pliegues la molestó, tomándolo con enfado ésta emoción muy pronto desapareció al notar lo que era: Un brazalete de plata. Más específicamente, el que él le hubo dado. Sonrió ante el recuerdo: Sólo por elogiar al accesorio, aquel vampiro se lo hubo regalado cual tesoro que hubo resguardado en exclusivo para ella.

Ese pobre desdichado...

. ☆ ° • . ☆ .

Forzada por su mentor para casarse con el incompetente del Príncipe Adrick, obligada por el Rey para darle un heredero, ignorada para tomar lugar en la corte y mucho menos considerada para tomar las riendas del Reino; hastiada de tener que ser la segundona de su marido y tener que compartir espacio de vivienda con él. Bien, todo eso terminaba ésta noche: La Reina ya hubo convencido a suficientes guardias para que se sublevaran contra el nuevo e inexperto Rey Adrick; no tendría oportunidad...

MidnightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora