En las catacumbas del ya enterrado castillo, donde no llegaba siquiera ápice de luz lunar o antorchas para alumbrar, mínimo, algún compañero de celda con quien entablar asociación, era que ahora residía el salvaje vampiro quien se atrevió a intentar asesinar a la Princesa.
Encadenado de pies a cabeza y con un bozal de metal en sus peligrosas fauces, lo único que podía hacer el prisionero era escuchar a las cucarachas corretear por los pasillos y, ya sea observar de cara a la nada, o cerrar los ojos e intentar imaginar un paisaje mucho más favorable. Tarea difícil, dado a que la falta de pulcritud a la que se vio sometido desde hace ya tres días distraía sus aquejumbrados sentidos. Pero, de cualquier manera, cerrar los ojos era mucho mejor que observar como un par de ratas devoraban el cuerpo vacio de una de las suyas.
El ruido de cerrojos abriéndose junto con un par de pisadas lo hizo abrirlos de nuevo. Levantó la mirada de inmediato al reconocer la destacable voz femenina que le hacía segunda a la apática masculina.
―¿Estás segura de esto? No olvides que esa cosa intentó matarte.
―No es una cosa. ―la voz femenina sonó molesta― Ahora, abre la puerta por favor.
Un gruñido molesto protestó, pero la puerta de pesado metal aún así se abrió de un disonante chirrido. El prisionero entonces pudo ver la luz de una antorcha que lo hizo entrecerrar sus despistados ojos, demasiado acostumbrados a la oscuridad. La chica reprimió un jadeo a su vez que se tapaba la boca, tratando de ocultar la expresión en su rostro.
―Quitale el bozal. ―susurró, casi para sí.
―¿¡Ah!? ¿Estás loca? ¿Quieres que tenga la oportunidad de morderte otra vez?
―Que se lo quites. ―su voz está vez fue firme, pero temblaba por los bordes― Quiero hablar con él y no creo que pueda responder a mis preguntas si lleva eso puesto.
El pelirrojo volvió a refunfuñar pero hizo lo que la Princesa le pedía. El prisionero finalmente pudo respirar en toda libertad. Aún así, no pronunció palabra, se limitó a tomar grandes bocanadas de aire fresco, bueno, lo más fresco que podía ser el oxígeno pestilente de las catacumbas.
―Gracias. Ahora: Dejanos solos.
―¿Qué? Li ¿En serio quieres que te deje sola con éste...?
Antes de que pudiera soltar un adjetivo insultante para describirlo, la joven lo calló:
―Es "Princesa Li" para ti. Y te di una orden, no una sugerencia.
―Bien. ―gruñó el otro por lo bajo― Pero si necesita algo no dude en gritar. ―Y así, se retiró.
La chica entonces dirigió su atención hacía él y éste hasta entonces reparó en los vendajes en su cuello. Ella lo notó.
―¿Qué? ¿Esto? Creo que sabes perfectamente que no fue una elección de moda.
Sonaba molesta, no la culpaba.
―Li, sobre eso: Lo lamento, yo... Puedo explicarlo.
Su voz era ronca y seca por no haber hablado en días, pero eso no evitó que sonara avergonzado. Li se cruzó de brazos.
―Espero que puedas.
Alexei no esperó más para soltar:
―Quería convertirte en vampiro.
Li no sabía si esa respuesta fue mejor o peor de lo que ella hubo estado imaginando durante tres días. Repitió en forma de pregunta, por si acaso no hubo escuchado bien.
―¿Tú querías convertirme a mi...?
El vampiro se apresuró a aclarar su idea e intentó acercarse en el proceso, aunque, fue frenado por las cortas cadenas que le rodeaban el torso y las manos y lo mantenían clavado en el suelo. Aún así, eso no evitó que la princesa diera un instintivo paso en retroceso.

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Midnight
VampiroEl padre de la princesa heredera al trono, Li, siempre deja que su querida hija haga lo que guste... Exceptuando ir a "Esa torre en el castillo". Li se pregunta desde temprana edad: ¿Qué es lo que la aguarda en esa torre?