IX. La Oposición

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Alejados ya considerablemente del palacio y, habiendo ya disminuido la velocidad a un vuelo normal, Alexei se vio sorprendido por un estrecho abrazo por parte de la princesa en sus brazos; quien finalmente habló, aliviada:

―¡Alex! No lo puedo creer ¿Cómo supiste que estaba en problemas? ¿Cómo hiciste eso con los murciélagos? ¡Oh! Me alegra tanto verte de nuevo. ―en verdad que Li se sentía aliviada por verlo a salvo. El muchacho rió ante sus muestras de afecto.

―No lo sabía ―empezó a responder― Solo tuvimos una corazonada. Y no, no fui yo el que llamó a los murciélagos.

Aquello confundió aún más a la chica.

―¿"Tuvimos"? ¿No fuiste el que lo hizo? ¿Entonces quién...?

Sorpresivamente, otra persona los alcanzó en su vuelo, una mujer.

―En realidad fui yo la que los llamé. ―sonrió.

Li, más que desconcertada de que alguien le hiciera segunda a Alexei, dado a sus vistosas alas, no podía dejar pasar el hecho de que...

―Alex, es... ¿Una vampiresa? ―preguntó de una manera nada sutil a su pareja. La dama le respondió:

―Sí querida, lo soy. Hay muchos más de nuestra especie de lo que piensas. ―explicó― Y, por fortuna, parece que encontré a tu amigo justo en el momento indicado.

―¿Lo encontraste? ―Li continuaba confusa por la nueva por la nueva e inesperada aliada― Disculpa, sigo sin entender: ¿Quién eres?

Seline se permitió reír un poco antes de contestar:

―Oh, querida mía ¿Acaso no me reconoces? Soy tu madre.

Dado a la expresividad de total pasmo en la princesa, Alexei vio apropiado buscar dónde aterrizar para así permitirles a ambas hablar. Así, una vez en tierra, Li reiteró su estupefacción en forma de preguntas:

―¿Mi madre? Pero... ¿Cómo es posible? Ella falleció hace años, cuando yo era una bebé.

La dama negó con una sonrisa.

―No mi querida niña, eso no fue lo que sucedió: Estoy viva. ¿O acaso no percibes la semejanza entre las dos? ―la mujer se señaló a sí misma para hacer énfasis en sus propias facciones; el resplandor del astro nocturno en su plenitud atravesando las copas de los pinos le brindó a Li la claridad que los nubarrones en sus recuerdos le negaron desde un inicio: Esa sonrisa. Esa voz. La oscuridad de su cabello. Esos ojos de un verde tan centelleante...

―¿Mamá? ―alcanzó a decir, aún sin poder creerlo. Parecía ser más un sueño...

―Sí Li. Soy yo. ―confirmó Seline, impaciente por aproximarse; esperando el permiso de la chica para así poder desbordar su emoción.

―No puede ser: ¡Mamá! ¡Pero si eres tú! ―la princesa corrió a los brazos de la madre que ya hacía tanto que había dado por perdida, incapaz de contener las lágrimas de gozo que ahora corrían libremente por sus mejillas a la par que su progenitora la reconfortaba con leves caricias en su nuca.

―Ya, ya. Tranquila preciosa: Mamá nunca volverá a apartarse de tu lado.

Alexei se limitó a observar su tierno reencuentro desde la distancia, sonriente por ver a su amada reunida con la madre que tanto añoró y creyó perdida; separadas por tantos años y aún así, helas aquí: Reunidas, llenas de alegría.

Su sonrisa no tardó en decaer ante dicho pensamiento.
Quién hubiera dicho que múltiples veces en su niñez hubo deseado que algo como eso le sucediera a él con sus propios progenitores. Lo que daría porque su ausencia en éste mundo fuera tan falsa como la más ridícula mentira...

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