XVI. Los Recuerdos

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"―¡Lev, te prohibo ir tras ese cuervo! Si lo haces, ¡Ten pon seguro que no me encontrarás aquí de regreso!"

Fueron aquellas las palabras que motivaron al joven humano a dejar a su insoportable pretendiente de lado e ir con gusto tras del cuervo que hubo robado la pulsera de la dama. En realidad la pulsera nunca le importó, sólo buscaba una excusa para estar lo más alejado posible de la señorita y, el proponer ir tras el plumifero ladrón le resultó mejor de lo que esperaba; ya no tendría que soportar los incesantes cacareos de una oportunista que lo más atractivo que veía de él era su dinero.

Así, siguió al ave oscura hasta una mansión adentrada en el bosque, raída por el tiempo e invadida por la maleza; antigua y descuidada. Era tan sombría que podría llegar a ser tachada de "maldita" o "embrujada". Afortunadamente a Lev nunca le parecieron aterradoras ese tipo de historias; de lo único que se tenía que ser cauto era de criminales y rufianes, aunque, dudaba que fuera a toparse con alguno en éste agonizante edificio.

Empujó el enorme portón que ya carecía de cerrojo y se aventuró en el interior del patio, dejando un aberrante chirrido de rejas oxidadas detrás; la puerta a la mansión también estaba a medio abrir, así que fue sencillo para él adentrarse y subir las escaleras. Buscó entre los múltiples pisos el nido del pequeño ladrón pero, al ser ya de noche y sin ningún tipo de luz que asistiera en su camino, progresaba de manera lenta al intentar ajustar sus ojos diurnos al momento de inspeccionar cada habitación. Una repentina sombra sobrevolando velozmente el otro extremo del edificio lo hizo correr en su dirección: Era el cuervo. Ya lo tenía.

El animal se posó en un hueco en la pared y Lev saltó de un impulso para atraparlo.

―¡Ja! ¡Te tengo! ―su triunfo pasó a ser confusión al sentir el cuerpecillo afelpado de un murciélago en vez de uno plumifero. La criatura chilló y le aleteó en la cara. Lev la soltó y retrocedió. Sin embargo, la falta de barandal y de equilibrio lo hicieron caer del sexto piso.

A su cerebro no le dio tiempo ni de asimilar el tropiezo o la caída ya que, a los pocos segundos, un par de brazos fuertes lo sostuvieron en el aire. Desconcertado, volteó hacia su rescatista y sus ojos cielo azul se toparon con los sobrenaturalmente rosados de una bella mujer con cabello castaño y corto, acomodado en una sútil diadema de trenza. Lev quedó tan cautivado que tomó por irrelevantes las enormes alas de murciélago que le crecían por la espalda.

Tan pronto como aterrizaron en el suelo, la dama se colocó nuevamente la capucha y se apresuró a retirarse. Lev la detuvo rápidamente tomándola de la muñeca:

―Espera, no te vayas. Aún no te he agradecido.

Sorprendentemente, la mujer atendió a su petición, aunque, aún no se decidía a mirarlo. Aún así, Lev sonrió, sin perder un segundo para continuar hablando:

―Te agradezco infinitamente el haberme salvado la vida de aquel tropiezo. Y también lamento haberte apresado de la manera en que lo hice: Pensé que eras un cuervo... Por cierto, me llamo Lev: ¿Cuál es tu nombre?

La vampiresa lo miró de reojo, perpleja por la manera en que hubo hablado de su forma murciélago de una manera tan tranquila.

―¿Cómo... Cómo supiste que el murciélago era yo?

Lev le dedicó una sonrisa dulce.

―Creo que tus alas me dieron una pista.

La dama entonces se animó a dar la vuelta y encararlo, aunque su forma de hacerlo fuera fijar la vista a todo menos a él. Aunque eso no evitó que la desviara un par de veces en su dirección y, al notar que los ojos de él continuaban posados en los de ella, los apartaba y pretendía que toparse con ellos se trataba de un mero accidente.

MidnightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora