Prólogo

270 5 1
                                    

Paqarin

 (Flores Sangrantes)

Heridas de Jazmín.


Prólogo

Las nubes cubrían completamente el cielo nocturno, las luces de las lámparas, las casas distorsionándose por la presencia de una ligera capa de neblina, el frio viento prácticamente obligando a todos a permanecer dentro de sus casas.

Sentado en la oficina del alcalde dentro del edificio de la gobernación, rodeado por la oscuridad, un hombre enmascarado miraba con reproche a otro, tras él tenía a otras dos personas cuidándolo, vestían ropas de uso diario pero llevaban una medalla con un extraño símbolo.

- Señor alcalde, no esperaba que actuara de forma tan estúpida, debo decir que su comportamiento me decepciona mucho. –

- Por favor señor, deme otra oportunidad ¿Qué es lo que quiere? Le daré lo que pida. –

El alcalde lo miraba con miedo.

- Lo único que le pedí fue que hiciera bien su trabajo, eso era todo lo que tenía que hacer. ¿Puede imaginar cuánto me molestó que faltara a nuestro acuerdo? –

El hombre enmascarado se levantó de la silla, comenzó a caminar por toda la habitación dando pasos lentos, sus guardias no dejaron pasar ningún movimiento por parte del alcalde.

- Señor, por favor permítame ofrecerle otro trato, estoy segu...–

- Perdiste ese derecho en el momento en el que faltaste a nuestro acuerdo inicial. –

- ¿Qué es lo que me hará? –

- Por favor Pablo, lo sabes a la perfección, te lo advertí muchas veces cuando nos conocimos. –

El alcalde presionó sus dientes con tanta fuerza que parecía que todos los hombres presentes pudieron escucharlo, disimuladamente sacó un teléfono y en voz baja llamó a sus secretaria.

- Mónica manda a seguridad a mi oficina. –

Volvió a guardarlo aparentemente sin que los hombres lo vieran. Durante varios minutos, el alcalde esperó a que sus guardias llegaran mientras que el resto de hombres permanecían en sus lugares.

- "¿Qué carajos pasa? ¿Dónde están esos inútiles?" –

- Que tierno, pensaste que tus hombres llegarían, lástima, los envié a todos a casa, en este momento deben de estar con su familias, disfrutando de una agradable taza de chocolate caliente. –

- ¿Cómo hiciste eso? –

- Simplemente se los pedí de favor, charlamos unos minutos y cuando su turno terminó, todos se fueron. –

- Maldito infeliz, no creas que esto se quedará así. –

- Por supuesto que no, tu castigo apenas comienza, tienes una gran deuda que saldar. –

El alcalde se levantó molesto y arremetió contra el misterioso hombre, antes de que pudiera dar más de 5 pasos, fue inmovilizado contra el piso por parte de uno de los guardaespaldas.

- Cabrón hijo de puta, me las pagarás. –

El alcalde rugió furioso mientras los guardias del hombre frente a él lo retenían contra el suelo, inmovilizándolo pero no lastimándolo.

- Que ingenuo. ¿Acaso piensas que tus "amigos" vendrán a salvarte?...Esos tipo hablaron con toda tranquilidad una vez les dije que podrían disminuir un poco su condena. –

- ¿Condena? No me hagas reír, estaré afuera en menos de lo que piensas. –

- Claro que no, ¿Crees que te llevaré a un juicio supervisado por el gobierno? Idiota, tu castigo será dado por mí, y me encargaré personalmente de que nada ni nadie te libre de él. –

- ¿Acaso te crees un juez?

- No solo un juez, para peces gordos como tú, yo soy juez, jurado y verdugo. Tienes 5 minutos para despedirte de tu familia, de ahora en adelante ya no serás el alcalde de esta bella ciudad, como ya sabes, pasarás un largo tiempo en un retiro no remunerado...–

El enmascarado se acercó y lo tomó por el rostro obligándolo a verlo directamente. Terror creció en los ojos del alcalde ante las frías palabras del enmascarado.

- No puede ser. –

- Espero que tu sucesor pueda hacerlo mejor...muchachos, acompañen a este caballero a su nueva residencia y por favor llamen a Sara, tendremos que realizar una rueda de prensa para anunciar el juicio del Dr. Pablo Veintimilla, alcalde de nuestra amada ciudad. –

- Como usted desee mi señor. –

Los guardaespaldas respondieron al unísono, tomaron al alcalde y lo arrastraron fuera del edificio pese a los intentos del mismo por escapar.

Justo en el límite de ciudad y campo, en una casa de dos pisos de apariencia normal. Dentro de una sala llena de libros y papeles.

- Maldita sea, no sé cuánto más podré seguir con esto. –

El enmascarado se tomó las sienes tratando de calmar el dolor de cabeza que comenzaba a afectarlo.

- Esto es muy difícil. –

Cuando pronunció esas palabras, la puerta de la sala se abrió dando paso a otra persona.

- Lo sé, por eso te traje un poco de jugo y algo de medicina para la cabeza. –

- Gracias querida. –

La mujer colocó las cosas frente a él y envolvió sus brazos delicadamente a su alrededor.

- No es nada. –

Estuvieron el silencio por unos minutos simplemente disfrutando de la compañía del otro, hasta que la mujer rompió el silencio.

- Si pudieras volver en el tiempo ¿cambiarías algo?–

- Para nada, volvería a hacer lo mismo sin dudar ¿y tú? –

- Si pudiera...supongo que me gustaría cambiar lo forma en la que nos conocimos. –

- No lo sé, tal vez las cosas no hubiesen resultado tan bien. –

- Eres un hombre de muy poca fe. –

- Lo que tu digas querida. –

- Pensé que dirías algo como. "No importa como cambien las cosas, no importa que camino tomemos, te prometo que te buscaré, te encontraré y volveré a enamorarme de ti, una y otra vez vendré por ti, no importa que pase porque te amo." –

- Si no mi memoria no falla, y casi nunca lo hace, eso ya te lo dije, y te recuerdo que me lastimé mucho en el proceso. –

- Lo sé, fue muy tierno. –

- Te parece tierno verme hecho trizas. –

- No necesariamente, solo me gusta verte indefenso entre mis brazos. –

- Eres una mujer muy cruel. –

El precio por ser las más hermosa. (+18) (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora