Capitulo 4

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Aurora

-Mi pareja..... -repetimos ambos..

Me quedé mirando los ojos azules más intensos que había visto en mi vida.

Es él, Aurora! Es nuestro compañero! -gritó Rhea en mi mente mientras daba volteretas.

Miré a la persona que estaba delante de mí, sujetando mi mano con un apretón firme pero suave.

Era el alfa de la manada, Wolfgang.

Nos miramos fijamente durante lo que pareció una eternidad, pero probablemente sólo fueron unos segundos. De repente, me soltó la mano. Eché de menos su calor casi al instante.

-¿Tú? -dijo, mirándome con sorpresa a los ojos.

Su voz destilaba desdén. Luego sacudió la cabeza, como si no creyera lo que estaba viendo, y se dio la vuelta para marcharse.

-Espera... -pedí. Instintivamente le agarré la mano y sentí un cosquilleo cuando nuestras pieles se rozaron.

Él se soltó como si mi mano estuviera cubierta de suciedad.

-Nunca. Vuelvas. A. Tocarme -dijo entre dientes, mirándome fijamente-. Ni se te ocurra, sirvienta.

Se marchó. Dejándome totalmente conmocionada.

Las lágrimas amenazan con derramarse. Noté que todos me miraban. Habían contemplado toda la escena.

Estaba avergonzada. Me di la vuelta y corrí tan rápido como pude.

Lejos de la sala...

Lejos de los susurros....

Lejos de la vergüenza.....

-Aurora, ¿Qué estás haciendo? ¡Ve tras él! -gritó mi loba en mi cabeza, pero la ignoré.

Seguí corriendo hasta salir por la puerta principal y llegar al jardín abierto que conducía a las puertas de la propiedad, pero no me detuve allí.

Seguí adelante hasta llegar a mi casa, sin importarme ya mi trabajo, ni el detalle de que seguía llevando el uniforme.

-¿Aurora? ¿Eres tú? -Oí a mi madrastra llamar desde el salón.

Subí corriendo las escaleras y entré en mi dormitorio. Cerré la puerta de golpe y me tiré en la cama, abrazando la almohada con todas mis fuerzas mientras lloraba a mares.

La puerta de la habitación se abrió poco después y entró Montana.

-Pensé que la fiesta sería más larga. ¿Qué ha pasado?

No le contesté. Sólo seguí llorando.

-Aurora, ¿Qué sucede? -preguntó, con preocupación en su voz.

-Déjame en paz -pedí a través de la almohada presionada contra mi cara.

Pero, como siempre, ignoró mis deseos y noté que la cama se hundía cuando se sentó a mi lado. Su mano fría me acarició la cabeza.

Odiada Por Mi AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora