Capítulo 38 de 75 Capítulo 2

5.6K 421 6
                                    

AURORA

Me dieron de alta del hospital poco después, pero me negué a volver a la casa de la manada, así que regresé a casa de mis padres.

Wolfgang , los ancianos y Max se quejaron al no considerarlo seguro, pero a mí me daba igual. Cualquier lugar era más seguro que estar cerca de ellos. Cerca de mi compañero, para ser precisos.

Cuando me quedé en el umbral y vi el polvo que cubría todos los rincones del lugar, me di cuenta de lo sola que estaba.

Por fin había vuelto a mi casa, pero no tenía a nadie a quien volver. Estaba completamente sola.

Mamá se había ido. Al igual que papá. Y también Montana.

Me adentré en la casa, rememorando los viejos tiempos, recordando cuando papá y yo jugábamos al escondite, o cuando conocí a Montana.

Ella y yo discutíamos por todo, pero nos reconciliábamos después, mientras veíamos una película de terror y comíamos palomitas.

Brotó una única lágrima y me la sequé. Ya estaba harta de llorar.

Fui a la cocina y saqué la escoba, el recogedor y otros utensilios de limpieza.

Limpiaría aquel lugar hasta que brillara como los chorros del oro. Lo limpiaría todo, incluyendo los malos recuerdos.

Cuando terminé ya era de noche. Decidí darme una ducha rápida y pedir una pizza para terminar.

-¡Genial! ¡Pizza! -Gritó Rhea en mi cabeza. No pude evitar soltar una risita.

Estaba sentada en el sofá, viendo la televisión, cuando sonó el timbre.

Cogí el dinero de la mesita y me dirigí a la puerta. Estaba a punto de agarrar el pomo cuando Rhea saltó, emocionada.

-Cálmate. Rhea. Es sólo pizza -le dije, riendo. Abrí la puerta para encontrar no al repartidor, sino a nuestro alfa.

-Uf -suspiré, exasperada, e intenté cerrar de un portazo. Pero Wolfgang metió el pie a modo de cuña, impidiendo que la hoja se cerrara-.

Intenté empujar un par de veces más, con más fuerza, tratando de infligir un poco de dolor en su pie y conseguir que se moviera. Pero aquella bestia de hombre no se movió.

-¿Qué quieres? -pregunté, renunciando a cerrar la puerta en su cara.

-He venido a ver cómo estabas -contestó, despreocupado.

-Bueno, pues ya me has visto. Estoy bien. Puedes irte -le dije, dispuesta a cerrar la puerta de nuevo. Pero él la detuvo una vez más.

-Aurora, por favor... ¿puedo entrar? -dijo suavemente. Por primera vez, vi emoción en sus ojos.

-¡Venga! Escuchemos lo que tienes que decir. ¿Por favor? -suplicó -Rhea en mi mente.

-Bien -concedí. Abrí la puerta de par en par y me aparté para franquearle el paso.

Entró y se dirigió al salón. Cerré la puerta principal y le seguí, asegurándome de mantener suficiente distancia entre nosotros.

Odiada Por Mi AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora