Capítulo- 8

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Aurora

Volví a casa sintiéndome completamente derrotada. También podía sentir que el agotamiento había hecho mella en mi cuerpo.

Supongo que aquello era lo que ocurría cuando un lobo se desplaza por primera vez sin haber comido adecuadamente en dos días.

Ahora que lo pensaba, me había pasado dos días seguidos llorando a mares, todo por culpa de mi supuesta alma gemela.

Entré por la puerta y retrocedí a trompicones cuando alguien se abalanzó sobre mí y me abrazó. Era mi madrastra, Montana.

-¿Dónde estabas? Me levanté y fui a ver cómo te encontrabas y no estabas! -exclamó-. ¡Llamé a casa de Emma para ver si habías ido allí y no estabas con ella!

-Lo siento, Montana. Yo...mi loba necesitaba correr un poco -dije, tratando de calmarla un poco.

-¿Tu loba? ¿Finalmente la has conocido? ¡Oh, mi Diosa, Rory! -chilló alborozada-. ¿Cómo se llama? ¿Cómo es? ¿Cuándo vamos a dar un paseo juntas?

Me bombardeó con preguntas, pero sentí que mis fuerzas me abandonaban.

-Responderé a tus preguntas mañana, ¿de acuerdo? Ahora mismo necesito acostarme -le dije.

-¡Claro que sí! Los primeros cambios siempre pasan factura a un lobo cuando está empezando. Debes de estar agotada. Ven, déjame ayudarte a acostarte.

Pasó uno de mis brazos sobre sus hombros y me ayudó a subir las escaleras hasta mi dormitorio.

-Gracias, Montana -dije antes de abrazar la oscuridad.

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Me senté en el hermoso claro que había encontrado aquella tarde.

Estaba en mi forma humana.

El lugar era tranquilo y sereno. Era de día y el sol brillaba sobre el lago, haciéndolo relucir. La hierba silvestre que creía a su alrededor se mecía con la brisa de verano.

De repente, una nube oscura cubrió el cielo, convirtiendo el lugar en un rincón sombrío.

El lago se volvió turbio cuando inquietante olas perturbaron sus aguas, antes tranquilas y la dulce brisa de verano se convirtió en un viento fuerte y silbante.

La hierba verde se desvaneció y se secó, dejando una horrible mancha de tierra seca y agrietada a mi alrededor.

Entonces, el sonido de las hojas secas crujiendo y de las ramas caídas llamaron mi atención, haciéndome estar más alerta a mi entorno.

Miré a mi alrededor con miedo, e intenté llamar a mi loba, pero no obtuve respuesta.

De entre los pocos arbustos cuyas hojas secas aún estaban intactas surgió un enorme ejemplar negro de brillantes ojos azules. Tenía los colmillos desnudos y me gruñó.

Se acercó más y más, hasta que finalmente se lanzó sobre mí, clavando sus afilados colmillos en mi cuello.

Me desperté cuando Montana me movió con suavidad.

Estaba jadeando y sudando mientras miraba a mi madrastra con confusión y miedo.

Fue sólo una pesadilla.

-¿Qué pasa? Sé que prometí ir a correr contigo, pero ¿no es un poco temprano? -refunfuñé.

Me senté en la cama, mirando mi despertador en la mesita de noche, pero cuando volví hacia ella, noté su expresión sombría. Inmediatamente, supe que algo iba mal.

Odiada Por Mi AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora