Capítulo 45 de 75 Capítulo 9

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AURORA

Aquel viaje era oficialmente la situación más incómoda que había tenido que afrontar nunca.

Llevábamos un par de horas caminando en completo silencio. No tenía especiales ganas de escuchar la voz de Wolfgang, pero era realmente tenso.

Por no hablar de que Rhea estaba en completa felicidad, caminando al lado de nuestro compañero. No paraba de parlotear sobre lo atractivo que era y lo feliz que se sentía de estar cerca de Cronnos.

Piermont estaba a tres horas de viaje, así que nos quedaba al menos otra media hora de caminata antes de llegar.

-Habla con él, Aurora. -me regañó -Rhea.

Decidí romper el silencio.

-Todavía no entiendo por qué tenemos que caminar hasta Piermont y tomar un tren cuando podríamos simplemente transformarnos y correr directamente a Buckland. Nos llevaría menos tiempo.

Wolfgang se limitó a seguir caminando, manteniendo la expresión estoica en su rostro.

-No hay necesidad de gastar energía corriendo en nuestras formas de lobo cuando no es necesario -dijo con su voz monótona-. Piermont está a sólo una milla de distancia. Una vez que lleguemos allí, tomaremos el tren hasta Buckland.

-Esto es ridículo -rezongué mientras me cruzaba de brazos.

-No, no lo es. Tenemos que pasar tiempo con nuestro compañero- dijo Rhea, en desacuerdo conmigo.

-Aurora...las llamas. ¿Has podido reproducirlas? -preguntó Wolfgang de repente.

-No.

Para ser sincera, había intentado hacerlo de nuevo, pero no había tenido éxito por el momento. Incluso concentrándome hasta provocarme una fuerte migraña.

-¿Dijiste que la ira lo provocó. ¿Tal vez esté relacionado con tus emociones? -sugirió.

-No lo sé. Era la primera vez que me ocurría -respondí, tratando de recordar alguna otra ocasión en la que hubiera pasado algo remotamente similar.

-En realidad, fue la segunda vez -dijo. Le miré.

-¿Qué quieres decir? -pregunté, confundida. Rhea dejó de hacer sus cabriolas mientras también escuchaba.

-El día que te conté la muerte de Montana, hubo una repentina oleada de inmenso poder que salió de ti. Fue muy breve, pero lo suficientemente poderosa como para que tanto Remus como yo la sintiéramos.

Siguió caminando mientras hablaba. Yo, en cambio, me detuve en seco.

-¿Qué quieres decir con una oleada de inmenso poder? ¿Cómo...?

-No estamos seguros. Como he dicho, fue un hecho fugaz pero poderoso. Tus ojos incluso se volvieron momentáneamente púrpura, al igual que los de tu loba.

Se detuvo y se giró hacia mí, con sus gélidos orbes azules mirando directamente a los míos.

-Fue entonces cuando Remus se dio cuenta de que había algo más en ti de lo que habíamos pensado.

-Pero aun así me trataste como si fuera una porquería, y no perdiste la oportunidad de humillarme -dije, reanudando la marcha. Pero él me agarró del brazo y me obligó a mirarle a la cara.

-Aurora, lo que te hice...cómo te traté...no tiene forma de perdón, pero te juro que haré lo que sea apara compensarte.

Sus ojos sostuvieron los míos con tanta ternura que casi pensé que estaba siendo sincero. Pero, una vez más, estábamos hablando de Wolfgang.

No era sincero, ni le importaba.

-¿Realmente quieres mi perdón? Tendrías que morir y volver a nacer para ganarte mi perdón, Wolfgang -repliqué. Me quité el brazo de encima y seguí caminando hacia Piermont.

Llegamos a la estación poco después y tomamos el último tren que salía.

Tardaríamos 5 días en llegar a Buckland, así que no tuvimos más remedio que reservar un compartimiento.

Tuve que discutir con el gerente del tren, que nos había reservado un compartimiento con cama doble.

-Parecéis una pareja muy agradable. Lo siento, he interpretado mal -dijo antes de cambiarnos a un compartimiento con dos dormitorios.

-No hay necesidad de intimidar al gerente del tren de esa manera. Podríamos haber compartido cama -dijo Wolfgang mientras nos dirigíamos a nuestro compartimiento.

Como los pasillos eran estrechos, caminamos uno detrás de otro, con Wolfgang en la retaguardia.

-Como si fuera a compartir una habitación, y mucho menos una cama, contigo -respondí.

-Eso no te detuvo la última vez que compartimos lecho -dijo justo al lado de mi oído.

Su aliento mentolado me abanicó la piel, haciendo que se me pusiera la piel de gallina. Me di la vuelta rápidamente y le di un fuerte empujón en el pecho.

Por supuesto, siendo el poderoso alfa que era, ni siquiera se inmutó.

-No me molestes hasta que lleguemos a Buckland -dije antes de entrar en mi habitación y cerrarle la puerta en las narices.

La pequeña estancia contenía un catre de una plaza que se apoyaba en la ventana. Fuera podía ver el paisaje que pasaba.

Al lado había una pequeña mesita de noche y sobre ella un armario donde podía guardar mi equipaje.

A la izquierda había una puerta que conducía a un baño, que consistía en una ducha y un inodoro. Justo al lado de la puerta había un lavabo y un espejo.

Tiré mi bolsa sobre la cama y me senté junto a ella, molesta.

Mi respiración seguía siendo errática y me sentía acalorada y agitada. Todo aquello se debía al vínculo de apareamiento.

Una simple acción como aquella, y yo me quedaba todo el rato nerviosa y molesta.

Odiada Por Mi AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora