Un secuestro y una recaída

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Revy tuvo un amargo flashback. El pitido profundo, agudo y tremendamente doloroso que le dañó los tímpanos volvía a afectarla, esta vez no tan de cerca, pero no importó. Igualmente la sacudida y el temblor de la cochera le impactó objetos encima, la sacó volando de allí y la hizo caer como una muñeca de trapo sobre el asfalto. Parpadeó repetidas veces con los iris dañados al recibir arenilla directa a los ojos. Se cubrió con el brazo y se obligó a rodar, y rodar, y rodar... y rodar... su mente sólo pensaba en huir de ese epicentro de la explosión, porque ya lo había vivido y sabía que se avecinaba algo más. Nunca era sólo la explosión. Sintió su trauma regresar a ella. Pensando en que alguien ahora se acercaría a tirotearla. Por nada del mundo quería recibir ese dolor en el cuerpo otra vez. Gimió adolorida y se obligó a seguir rodando, había perdido las armas y uno de los brazos le quemaba por la zona del codo. Su cuerpo al final chocó contra dos piernas y paró de rodar. Trató de abrir los ojos, pero sólo vio un humo marrón y los oídos los tenía taponados.

—D...Dut... —algo la golpeó en la frente y perdió la consciencia.


Cochera


—¿¡PERO QUÉ DEMONIOS...!? ¿QUÉ COÑO...?

—CORRE, DUTCH. ¡¡CORRE!!

—NO VEO UNA MIERDA, JODER. NO VEO NADA...

Dutch y Benny estaban intentando avanzar totalmente a ciegas hacia el epicentro del caos. Pero cuando acortaban distancias con la cochera menos veían y más se intoxicaban con los gases.

—Joder... joder... JODER... —Benny gritaba cabreado. Sabía para sus adentros que habría heridos. Pero esperó encontrárselos de una pieza al menos.

Dutch oyó llorando a Rock cerca de él, mientras buscaba agachado por el suelo el cuerpo de Revy, parecía temerse lo peor. Desde luego, era una escena difícil de ver hasta para el propio Dutch. Pero no podía venirse abajo sin saber primero qué tenía que lamentar. Rock había sucumbido ya a la desesperación y por nada del mundo quería parecerse a él.

—¡No la encuentro... no la encuentro, Dutch...!

—Cállate, joder.

Poco a poco, en lo que a los hombres les pareció una eternidad, la densidad de la humareda se fue yendo. Benny no tardó en descubrir lo que había ocurrido y se cayó de culo al suelo de cemento, aguantando la respiración. Los ojos se le llenaron lentamente de lágrimas. Dutch reconoció el coche de Rock a duras penas, pues estaba totalmente abierto por la fuerza de la combustión, con un agujero en el techo y ennegrecido por completo. El último en llegar fue el propio japonés, a gatas, para contemplar angustiado cómo Benny, sin importarle recibir quemaduras, sacaba el cuerpo carbonizado del asiento piloto.

—Es mi culpa... es mi culpa... mi culpa... ¡MI CULPA, DUTCH!

Dutch tuvo una fuerte impresión al reconocer a quién sostenía en brazos.

—¡ES MI CULPA, DUTCH! ¡ES MI CULPA!

Dutch miró los alrededores pero no pudo mantenerse sereno, y bajó el rostro, conteniéndose mientras oía llorar desesperado y entristecido a su compañero. Benny abrazaba con fuerza a Jane, y se quemaba las manos al acariciarle la ropa destrozada.

—¡¡ES MI CULPA!! —lloraba desconsolado, y Rock prosiguió su búsqueda poniéndose a duras penas en pie sin decir nada. Le bombeaba el corazón como si se le fuese a salir del pecho.

No encontraron a Revy por ningún lado. La ambulancia llegó a los quince minutos, pero poco importaba ya: sólo pudieron certificar la muerte de la joven y llevársela tapada. Benny tenía los brazos quemados de haberla abrazado, y lloraba pegado al suelo, incapaz de prestar declaración a la policía. Rock sentía que que iba a darle otro ataque de ansiedad por la fuerza que la incertidumbre estaba acrecentando en él.

El ángel de la corrupciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora