Un nuevo rumbo

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— Dos horas después —


Rokuro se quedó dormido con los brazos cruzados en la mismísima sala de espera, con el rostro cabeceado hacia delante. Cuando el cirujano salió a hablar con los conocidos de Ernesto y Edith, Revy se levantó seguida de uno de los guardaespaldas de la rusa. El hombre se hizo pasar por conocido de Ernesto, pues seguramente tenía la misión de enterarse del estado del mexicano y pasarle la información a Balalaika. Revy habló a solas con el médico y le relajó saber que ambos se habían salvado de sus heridas. El chico pasaría por una rehabilitación similar a la que ella misma vivió.

Cuando Eda recuperó la consciencia, sus ojos definieron el rostro de Rebecca lentamente. Entreabrió los labios, los tenía muy secos, pero el simple hecho de tragar saliva le dolió como si le rajaran verticalmente la garganta.

—Eh, capulla. ¿Me escuchas?

Eda frunció sus rubias cejas, adolorida. Le costó largos segundos, pero poco a poco fue situándose y siendo consciente de lo que había vivido para estar ahí postrada. Sí, la criminal colombiana la había atacado con un cuchillo arrojadizo. Ahora entendía el dolor de garganta, pues se lo había justo encima del pectoral y provocado daños en los tejidos de la laringe, lo suficientemente superficiales para que la condicionaran al hablar al menos una semana. Revy le notó la incomodidad en la expresión de la cara.

—No es fácil tener un collarín, eh... escucha. No hables. Guarda reposo o la empeorarás, has tenido suerte, Eda.

—E...s...

—Pero mira que eres gilipollas, si te acabo de decir que no hables.

Eda puso una expresión de dolor y volvió a cerrar los párpados, agotada. Suspiró, y el suspirar también le dolió. Revy se tocó su propio cuello, un poco contagiada por el dolor que tenía que estar soportando la ex policía. Bajó un poco la mirada y... no supo qué más decirle. Había estado siete horas allí aguardando a verla viva, porque realmente quería verla. Pero ahora que la tenía delante y que era la única que podía comunicarse, apenas le salían las palabras. La recorrió despacio con la mirada. Al cabo de unos segundos tocó su mano. Eda separó brevemente sus rubias pestañas, observando el contacto, y devolvió la mirada a Revy.

—El chico ha sobrevivido... el mexicano. Está en otra planta, seguro que pronto lo tienes aquí.

Eda abrió más los ojos, mirándola con más fijeza.

—Imp...os...

—Eda...

—Es imp-imposible...

—Tenía un tiro en la pierna. Se curará. Lo que pasa es que el pobre había perdido mucha sangre. Pero una vez vino la ambulancia han sido rapidísimos. ¡Sabían ya su grupo sanguíneo y todo!

Eda volvió a tratar de decir algo, pero al hacerlo tosió y fue una tos nada amistosa. Revy dejó de sonreír cuando vio salpicaduras de sangre salir de su boca.

—Estate callada, coño. Si no tienes nada que decir. ¿Para qué lo intentas?

—... —Eda dejó el ceño fruncido mucho tiempo con una expresión de desagrado y dolor cuando tragó saliva esta vez.

—Va, así está mejor. Te digo que te acaban de operar. No hagas tonterías. Toma... —le pasó su libretita con un bolígrafo. Eda lo cogió a tientas y con algo de torpeza escribió.

"¿De verdad está vivo?"

Revy asomó la cabeza y tras leer asintió.

—Sí, sí, y ya fuera de peligro. Y Roberta ha fallecido durante la operación, así que... como actuaba por libre nadie tomará represalias.

El ángel de la corrupciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora