¿Pero y si...?

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Flashback

Boris apenas podía creerse lo que vivía. Recientemente había ascendido a cabo, con todas las nuevas responsabilidades que de ello nacían, pero cuando Balalaika le dio aquella otra noticia, se sintió eufórico... al menos los cortos minutos que se lo permitió.

Con ella siempre había sido así. Una niña transformada en guerrera antes siquiera de pasar por la adolescencia. Estaba destinada a hacer grandes hazañas, y si la guerra no se hubiera interpuesto ni tampoco sus necesidades familiares por limpiar el apellido, estaba seguro de que habría sido una atleta de renombre también. Pero la vida no se escribía al gusto de las fantasías personales.

Pero... aún por esas...

La vida... la vida era maravillosa a su puta manera. Sus ojos se llenaron de lágrimas al sostener a su bebé, un varón diminuto y hermoso que hacía tan solo una hora había estado acabando de formarse dentro del vientre de Balalaika. El parto les había deparado un par de sustos, pero al final todo había resultado bien. Ambos estaban sanos y fuertes, y al cabo de unos minutos la rusa ya estaba hablando de las estrategias tácticas que debían seguir esa misma semana como si no acabara de alumbrar una vida hacía tan solo unos minutos. No esperaba menos de ella. Pero tuvo que reconocer, para sus adentros, que esperaba algo más de su lado femenino. El supuesto "sexo débil". Cuando la veía actuar a ella, le costaba verla débil en modo alguno. El que tenía miedo era él.

Y lo tenía por buenos motivos. Sabía que estar cargando aquel bebé sería temporal. Y eso le hizo derramar más lágrimas. Se volteó hacia la pared con él, acariciándole el rostro mientras el niño dormitaba, y acto seguido frotó una lágrima que volvió a brotar de entre sus pestañas. Miró de reojo hacia atrás y sus iris se conectaron con los azules de Balalaika. Balalaika retiró la mirada de él y apretó un poco los labios.

—Lo que sea que tengas que decirme, dímelo ya.

—Dentro de una hora vendrán por él. —Murmuró, echando una furtiva mirada hacia la puerta. No quería ser oída. —Solo cuatro personas en este momento saben que le he dado a luz. De momento necesito que así sea.

—¿Y cuántos saben que es hijo mío?

Balalaika dejó de hablar, dejando los labios entreabiertos y mirándole con fijeza.

—¿Tengo que volver a explicártelo...? —dijo al cabo de unos instantes. Boris negó con la cabeza y volvió a mirarle.

—Deja que le disfrute un poco más.

Balalaika reposó lentamente la cabeza hacia atrás, lentamente su sudor por los esfuerzos del parto se disipaba. Sabía que estaba mortificando a Boris con sus actos. Pero no quería arriesgar su misión, y por supuesto, tampoco quería exponer a su hijo, porque a pesar de no ser buscado, era querido. Su familia era capaz de asesinar al cabo si descubrían que Balalaika había quedado embarazada de él durante la guerra. Y el niño corría peligro por otros múltiples motivos. Lo mejor era que el menor número de gente posible supiera la verdad... hasta que pudiera controlarlo. Si no tenía la sartén por el mango, no le satisfacía. Estaba convencida de que con aquella determinación todos saldrían vivos.

—Escucha... Sofiya...

—No me llames así.

Boris cerró los ojos y se giró, encaminándose hacia ella. Puso al niño en el regazo femenino y ambos le miraron por unos segundos.

—Sofiya... —susurró. Ascendió la mano a su mejilla, pero Balalaika miró hacia la puerta y le quitó bruscamente la mano.

—Esto también es difícil para mí. No soy un monstruo. Es mi hijo, y quiero que viva.

El ángel de la corrupciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora