El bien contra el mal

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Almacén de descargas


—¿¡Le has perdido de vista!?

—¡Sargento, me perjuró que la capitana había dado la orden!

No, si tonto no es. Es la única forma de hacerles dudar. Ahora tendré que encontrarle.

Recién salido del impacto que había provocado en la torre, Boris no había tenido más suerte. Las unidades comandadas por la rusa se habían cruzado con las que él dirigía. Balalaika había decidido formar parte de la intervención armada a última hora y desobedeciendo los consejos de él. Hacía varios años que no la veía vestir con la uniformidad táctica militar y con el pelo totalmente recogido en trenzas, estaba preciosa (como siempre), pero aquello no dejaba de ser una mala señal. No le gustaba que Balalaika participara en los frentes, porque sabía perfectamente que arriesgaba todo el barco si perecía.

Pero se olvidaba del ego de Balalaika, y que ella no pensaba en la posibilidad de perder.

Pero por lo menos a ella la respaldaban sus años de experiencia y sensatez. A Batareya, que no tenía ni idea de cómo actuar en un enfrentamiento de aquel calibre, no lo respaldaba más que su ignorancia y sus puños de acero. Lo que ocurrió al poco de que Boris advirtiera de que la agente Edith Blackwater hubiera salido viva de la explosión, fue que Bat se metió en el almacén de descarga y se acercara a la armería portátil que el equipo de su madre había arrastrado para proteger la diligencia. Las órdenes de la Interpol habían priorizado el ataque a la compañía Black Lagoon, por lo que los integrantes que tenían conocimientos de armas se vieron obligados a dejar la tarea para centrarse en defender la mercancía. Eso enfureció a Balalaika, y Bat observó cómo se posicionaba y abría fuego a las unidades de mayor rango por medio de un francotirador. Batareya trató de hacerse con un chaleco antibalas más pesado, pero cuando se quitó el que tenía, Jane fue disparada en el tobillo, y el chico empezó a sudar frío, acelerado. No llegó a meter un brazo en el chaleco cuando un grupo de militares pasaron por allí continuando con el fuego cruzado, arrastrados hasta allí. Revy, cabreada también por lo que ocurría, apartó al muchacho de un empujón tras lanzarle un par de insultos y eso lo alejó de la armería. El subordinado de Boris se alertó al ver que estaba prácticamente en medio del fuego cruzado, por lo que se jugó la vida agarrándolo de la camisa táctica y lo echó hacia atrás, ante sus irritados forcejeos. Bat logró apartarle, y entonces, antes de que el militar se le volviera a acercar, un tiro le atravesó el ojo de la cara, y su rostro fue lo último que vio antes de caer inerte. Batareya dio un grito de impresión y se asustó, el ruido de la metralla se le empezaba a hacer insoportable. Agachó la cabeza y se agazapó entre las tuberías, pero no pensaba huir. En cuanto vio la oportunidad y cazó con la mirada al principal problema, tomó aire. Bordeó el almacén con extremo cuidado, desenfundó la pistola que tenía en la cartuchera y con la llave que él y otros pocos sí tenían en su poder, desbloqueó la puerta que daba al laboratorio donde sabía que Revy y Edith seguían disparándose. Él le dispararía a la nuca sin que ella se lo esperase, y con ello se perdería el control sobre la unidad que estaba comandando.

Llegó hasta la puerta y giró la llave. Abrió la puerta y apuntó con su pistola. Revy le vio, abriendo los ojos asombrada.


Laboratorio


Revy fue lo suficientemente veloz como para empujar a Edith y apartarla de la trayectoria de bala. A Batareya le temblaba un poco el pulso dada la situación tan rocambolesca, no obstante, la bala perdida se incrustó en una de las tuberías y la abolló. Como falló, se apresuró a volver a apuntarla, pero entonces Edith ya se había volteado y le hizo volar el arma de las manos con una patada lateral. Bat se sorprendió de la fuerza con la que se la sacudió, y se apretó la muñeca adolorida con la otra mano, sólo unos segundos: la vio acercándosele dispuesta a pelear.

El ángel de la corrupciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora