Teoría incompleta sobre nosotros

168 18 1
                                    

Las primeras señales de consciencia llegan a Seungkwan acompañadas de un ligero dolor de cabeza que lo orillan a moverse entre las sábanas de la cama, donde su cuerpo cansado reposa.

Abre despacio los ojos y siente los párpados pesados. Pestañea un par de veces con esfuerzo y vislumbra el lugar donde se encuentra.

Es una habitación amplia, con una monocromia de azules que le van dando señales de alerta poco a poco. Sus manos exploran la suavidad de las cobijas que lo cubren y el aroma neutro del lugar le empieza a resultar extraño.

Las almohadas sobre las que su cabeza reposa son extremadamente cómodas para ser suyas. Y ni hablar del colchón debajo suyo que parece sacado de un cuento de hadas. Para el punto en el que se da cuenta de que definitivamente no está en su casa, su mente ya está más lúcida y con un impulso de energía severo, se levanta asustado y totalmente sorprendido, la rapidez con la que lo hace le provoca una punzada en la cabeza y tiene que cerrar los ojos por el dolor.

Cuando la desagradable sensación se controla, el chico observa a su alrededor y tiene ganas de gritar el nombre de su madre, de sus hermanas o de Seokmin.

Frente a él hay un librero color caoba sobre el que además de libros hay un par de portaretratos pequeños con fotografías que desde donde está no es capaz de distinguir. Y a su derecha hay una mesita de noche sobre la que descansa una lámpara y un cenicero al lado de un par de revistas de moda. Su teléfono está ahí también y eso lo alivia momentáneamente.

Lo toma con urgencia y revisa la hora.

3:00 pm

Frustrado suelta una maldición en voz baja. Hay un solo mensaje en sus notificaciones, perteneciente a SeokMin, sólo lo revisa por encima de la barra y su pulso se acelera cuando lo lee.

"Te odio por no contarme que tu estúpida reconciliación con Hansol salió bien, pero bueno, diviértanse :p"

—¿Que carajos hiciste Boo Seungkwan? —se pregunta a si mismo con desesperación—

Pasa su diestraentre su pelo y luego arrastra ambas palmas por todo su rostro. Suelta un suspiro reprimido en su interior y hunde la cara entre las cobijas que además de ser esponjosas y cómodas, huelen demasiado bien.

Se levanta de nuevo y gira en dirección al ventanal al ala izquierda de la habitación que por cierto, había estado ahí en todo momento, develando un espacio muy pequeño entre las cortinas y la vista del paisaje de afuera. Es capaz de distinguir a alguien sentado en el balcón que está delante de ese gran cristal.

Sin dudarlo se pone de pie, descalzo y camina lentamente hasta tomar el herraje para deslizar el vidrio.

Lo primero que siente es el intenso aroma a tabaco. Hansol se encuentra sentado en un elegante sillón, con las piernas cruzadas y la mirada serena hasta que sus ojos se encuentran.

—¿Cómo estás? —pregunta y le da una calada a su cigarrillo. Expulsa el humo—

Hansol alza su mano ofreciéndole el cigarro al otro.

Seungkwan traga saliva y de inmediato niega con la cabeza. Se queda ahí, de pie, como congelado e incapaz de pronunciar palabra alguna.

No hay más que silencio por un instante que parece eterno y esta vez es el chico en el sofá quien rompe el hielo, acompañado de una suave sonrisa.

—¿Quieres que hablemos?

Y es esa simple pregunta la que dispara las señales que necesita para que su cerebro empieze a funcionar correctamente de nuevo. Las oraciones le salen atropelladas y casi indescifrables, pero dado a qué lo siente casi como una necesidad primaria, no se inmuta en el tono evidentemente desesperado en el que lo dice.

La razón por la que se dan segundas oportunidades  (Hansol/seungkwan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora