Cómo evitar las decisiones importantes

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A la mañana siguiente, Seungkwan despierta ligeramente congestionado y su rostro se siente hinchado. Durmió toda la noche el el piso frío de su cocina, así que el moquillo en su nariz no le extraña, y tampoco la rigidez de sus párpados, piensa que es obvio que estarían así después de que su piel se la pasará absorbiendo la sal de sus lágrimas.

Se levanta adolorido de la espalda y también del corazón, aunque ese dolor es mucho más sutil que el de sus músculos cansados.

Lo primero que hace es buscar un lugar cómodo para volver a acostarse un momento, va hasta su cama y se tira a ella boca abajo. Con una de sus manos alcanza su teléfono que reposa sobre el colchón y lo acerca hasta él.

Ve la hora y maldice.

Todavía tiene que ir a cubrir su turno en la cafetería y eso lo irrita. Con pesadez y mal humor de nuevo alza su cuerpo y casi arrastrando sus pies, se mete al baño para ducharse.

La frialdad del agua primero tensa sus músculos pero después de que se acostumbra, se relaja.

Cuando sale le gusta la sensación del cambio de temperatura y se siente fresco, se seca suavemente los cabellos y luego comienzan a cambiarse. Con acciones atropelladas, va poniéndose el pantalón, cepillando su pelo, abotonado su camisa y atando las cuerdas de sus zapatos.

Sale a su trabajo y olvida su teléfono en su habitación y el resto de su dia va gastándose en su camino al café. Va distraído, se tropieza varias veces antes de llegar al lugar, y choca con un par de personas que lo miran enojadas y se quejan de su actitud.

Cuando por fin está frente al mostrador, su jefe le deja un par de instrucciones antes de que se vaya y él las olvida porque no anota nada. También olvidó su pluma. No se puede concentrar en nada específico. Su mente divaga y no es capaz de distinguir algo claro dentro de toda esa nebulosa de su imaginación. El aire se le va en suspiros y suspiros que no parecen terminarse nunca.

En determinado momento le toca atender un par de mesas del establecimiento y nota que ya tampoco puede sonreír, la pequeña y sutil mueca de falsa felicidad le signifa un esfuerzo de proporciones monumentales que le extrañan.

Derrama el café al preparar las bebidas, la crema batida le salpica en la cara, se quema con el agua caliente, y le pasan otras mini tragedias que en otro momento de su vida ya lo habrían hecho gritar del coraje, sin embargo, esta ocasión es tan distinta, qué hasta le asusta la absoluta indiferencia que siente ante todo.

Cómo no tiene teléfono, se distrae dibujando sobre las servilletas que reposan en la barra de pedidos. Garabatea la forma de un vaso, la puerta de la entrada, las hojas de la planta que decora el lugar, y también algunos rostros de los clientes que disfrutan su tarde metidos en aquel lugar con aroma agradable y ambiental tranquilo.

Cuando su turno termina sale del lugar y camina despacio con la cabeza gacha. Piensa mucho pero al mismo tiempo no lo hace. Su cabeza se siente sobresaturada de información y eso provoca que no pueda enfocarse en una sola idea.

A lo lejos el fuerte sonido de la voz de Seokmin lo sacan de su ensoñación.

—¡Seungkwan! —grita su nombre y luego avanza hasta él trotando, trae el rostro preocupado—

—hey.

El otro lo abraza con fuerza y Seungkwan le corresponde. Luego cuando se separan su mejor amigo señala su propio teléfono celular con el índice y lo observa.

—Deje como mil mensajes, ¿Por qué no respondiste? ¿Tu batería murió?

—Olvidé mi teléfono en casa... Lo siento. He estado en las nubes. ¿Ocurrió algo?

La razón por la que se dan segundas oportunidades  (Hansol/seungkwan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora