Cap. 12

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Veía como los escombros caían con cerca de nosotros. No sabía que parte de mi esperaba a que la pelinegra volviera para aceptar su destino. Talvez la parte de conocerla más que a mi loca cabeza.

—Se toma su tiempo—Murmuró Miyamoto.

—Vendra— Aseguré.

Joan elevo su vista para ver cómo la gritas del techo seguían abriéndose camino.
Al bajar la mirada, Ari ya estaba ahí, frente a nosotros, apoyándose sobre sus rodillas para recuperar el aire.

Una sonrisa de satisfacción se plasmó en el rostro de mi líder. Yo por mi parte, tenía una sonrisa pequeña, solo por verla.

La ira ya se había esfumado, pues ahora veía como ella si estaba eligiendo lo mejor para todos.
Observaba su cabello corto, su rostro pálido, sus ojos almendrados, y pecas numerosas.
Era perfecta, y no podía a esperar a poder tener una vida con ella, escondidos de la sociedad, como fantasmas que esperarían al juicio final.
Ella se acercó, mientras escombros y polvo seguían separándose del techo.

Sin poder evitarlo, estire mi brazo ofreciéndole tomar mi mano, dándole la bienvenida a nuestra nueva vida.

Ella me miró, lentamente, tomo sus delgadas y frías manos sobre las mías.
Bese el dorso gélido de su mano con suavidad y levanté la mirada para verla.

—Es hora de irnos— Miyamoto se acercó y coloco su mano en el hombro de Ari.

Nos volteamos, listos para avanzar a la puerta tras de nosotros.
Se veía como un túnel largo y a media luz avanzaba a la distancia. La idea, era entrar y cerrar la puerta de más de 30 centímetros de ancho para que la explosión no los alcanzarán.

Joan presionó el botón que iniciaba la explosión en las últimas plantas, dónde estábamos nosotros.
La cuenta regresiva comenzaba.
Ari sostuvo mi mano y yo acaricie está con mi dedo pulgar.
Me imaginaba el aire de la noche acariciando mi rostro cuando llegamos al final del túnel. La puerta comenzaba a cerrarse lenta y automáticamente, teníamos que atravesarla, sin embargo no no podíamos mover.
Cuando quise darme cuenta, nuestros cuerpos estaban cubiertos por una especie de gelatina resistente.
Intenté moverme, sin éxito.
Observé a Ari.
La mitad de su cuerpo estaba enterrada bajo está gelatina.

Mi mirada se posó en Miyamoto. Las venas de su cuello palpitaban por la ira e intentaba gritar sin éxito. Estaba en el suelo, cubierto desde sus rodillas hasta su boca, lo único libre era una de sus manos.
La cual, apretaba con tanta fuerza que su piel y nudillos se volvieron más pálidos por la ausencia de sangre.

—Te dije que te ayudaría a desaparecer—Los ojos de Ari no presentaban ningún brillo de vida.

La mitad derecha de mi cuerpo estaba libre además de mi cabeza, sin embargo no podía sacarme aquella cosa pegajosa.
No podía levantarme, los nervios me consumían.

Apreté más la mano de Ari. Ella presionó la mía también.
Sus piernas y su antebrazo izquierdo estaban atascado en ese polímero.
Ella estaba tan solo unos centímetros.
Miyamoto seguía intentando gritar con toda su ira y liberarse en vano.
La puerta se seguía cerrando, y la cuenta regresiva seguía bajando.

¿Iba morir?
La pregunta no me provocó nada, fue como una simple pregunta cotidiana.
Sin embargo me hizo darme cuenta de cosas. Observé a Namari por décima vez, pero está vez mi vista no se separó de ella.
Sus ojos almendrados se clavaron a mi como si sostuviera una rosa negándose a soltarla, a pesar de el daño.

Me deba cuenta de eso, ella era esa rosa, sus espinas clavadas en mi mano eran su manera de alejarse, pero yo me negaba a soltarla, interpretando aquel daño como su manera de aferrarse también a mi carne.
Iba a morir, pero no me sentía en paz como creía.

°•Amor a nuestra ciencia•° (Parte 2)(Hiro Hamada x Oc) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora