Llegué a la ciudad de mis abuelos y baje del autobús.
Decidí caminar hasta la casa en lugar de pedir un taxi o algo, necesitaba terminar de organizar mis ideas.
Estaba planeando algo elaborado, debía tener todo calculado.
Caminaba y sentía el sol que chocaba contra mi piel sin quemarla, la inexistente brisa de esa tarde, y la luz dorada que iluminaban aquel barrio.Observaba a los niños pasear en bici por las calles, jugar escondidas tras los autos estacionados, o simplemente estar sentados en sus porches con un dispositivo.
Mientras más avanzaba, menos lo hacía. No quería tener que dejar de caminar, quería seguir caminando sin ningún destino en específico.
Cuando finalmente llegó a la casa de su abuela, dejo caer sus hombros, y se acercó a la puerta.
Giro el picaporte y entro.—Abuela—Llamo.
Sin saber exactamente de dónde, Lana se había abalanzado sobre ella de un abrazo apretado.
—Estas bien— dijo entre un suspiro.
—Lo estoy— Correspondió al abrazo suavemente.
Una vez me soltó, coloco su mano sobre mi hombro.
—Vamos— Señaló la cocina con la cabeza— Hice algunas galletas.
Ari sonrió y siguió a su abuela.
En la noche, Ari se encontraba sobre su cama en pijama.
Hacia mucho no usaba uno. Lo único que había usado para dormir toda su vida, había sido la ropa vieja de su padre.
Aunque no le resultara tan cómodo, intentaba acostumbrarse a este nuevo pijama.Se tumbó en la cama observando aquel techo liso color crema.
¿Qué acababa y qué comenzaba?
Ya ni siquiera ella estaba segura...El pensamiento de evitar un pensamiento la hizo pensar en lo que quería evitar.
Su voz interna decía "no quiero verlo", pero su mente seguía reproduciendo aquello.
En su caso, era aquel beso con el pelinegro.
Con fuerza coloco sus manos sobre su rostro ante la vergüenza que le provocaba pensarlo.
Pero no podía dejar de hacerlo. Era un maldito círculo vicioso.Sus labios cosquilleaban al recordarlo, su espalda sentía un escalofrío, sus ojos se cerraban con fuerza ante el inútil deseo de querér detener ese momento.
Respiro intentando olvidarlo, sin embargo, el recuerdo de ella buscando sus labios nuevamente luego de que Hiro se separara la hizo sentir con fiebre. Sus mejillas eran rojas y sus manos sudaban.
La sensación de su mano tras su espalda atrayendola más hacia él amenazaba con acabar con ella.
Golpes en la puerta la hicieron ahogar un grito. Se sento de golpe en su cama nuevamente.
—¿Si?— Pregunto.
—La cena ya está lista.
—Ahora bajo— Dijo bajando de su cama.
Colocaba el dorso de sus manos en sus mejillas para bajar la temperatura y alivianar el tono rojo intenso que estás tenían.
Sentía que su cabello, aunque fuera corto, seguía manteniendo el calor que sus orejas habían comenzado a tomar.
Busco rápido entre sus cajones y encontro una diademas de tela color salmón.No le gusto mucho, pero necesitaba sentir más aire fresco en su rostro.
Respiro aliviada al ver que había funcionado.
Bajo rápidamente y se dirigió al comedor para comenzar la cena.—Nami, pásame la sal— Pidio su abuelo.
Ari no le prestó atención, se quedó estática ante la mención de ese apodo...
Volvió a pensar en su más grande mentira, en su vida.
Sentía que cada apodo respresentaba a una persona diferente.
Ari, Nami, Nam Nam...
Cada una con su historia, alguna más corta que la otra, sin embargo con la misma cantidad de mentiras.
¿Acaso era verdad?
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°•Amor a nuestra ciencia•° (Parte 2)(Hiro Hamada x Oc)
FanfictionTras la perdida de su familia y la de sus amigos, Ari se embarca de regreso a la ciudad de San Fransokio para poder ponerle fin a la mayor amenaza de su vida. Necesitaba vivir una vida normal pero... ¿Era eso lo que quería? Lo que más quería ahora e...