trece

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—¿Taehyung? —La voz de su madre sonó desde el otro lado de la puerta.

Habían pasado apenas un par de minutos y sus emociones seguían siendo un caos, no tenía ganas de hablar con nadie en ese momento, pero a su vez, algo en su interior se retorció ante  la espontánea necesidad de querer sentirse protegido. Una vez más, culpó a su celo por hacerlo mucho más sensible de lo acostumbraba a demostrar a terceros, pero decidió no luchar contra sus deseos primitivos. Tomó una respiración honda y se puso de pie lentamente antes de tomar la manilla y girarla para permitirle el paso.

—¿Estás bien? —preguntó ella, adentrándose en el cuarto para tomarlo por los hombros y frotarlos con delicadeza apenas se dejó ver.

—No, claro que no. ¿Ahora qué? Jamás pensé que él podría hacerme algo así, ni siquiera quiero verlo —dijo con aspereza, frunciendo el ceño nuevamente y percibiendo un leve picor en los ojos.

—Ya se fue, me aseguré de que no esté aquí para cenar tampoco —informó la mujer, alzando el mentón con prepotencia. Por supuesto, alguien como Gaeul no dejaría que nadie hiriera a sus cachorros sin consecuencias, ni siquiera a su propio esposo—. Descuida, cielo, pedirá disculpas, sé que solo se cegó en el momento. No es excusa para sus actos, pero por favor no dudes de su amor, eres su hijo, se preocupa por ti, aún si no lo expresa de la mejor manera. Aprenderá a hacerlo, no creas que permitiré que esto vuelva a suceder. Lo siento por no haber interferido antes de que pasara.

—"Aprenderá"... No debería de haber tocado fondo para que le nazca tenerme respeto —bufó, alejándose de su madre para dar unos pasos en su dormitorio, intentando contener su irritación—. Creo que en serio voy a irme.

—Taehyung...

—Tiene que darme el permiso de hacerlo si no quiere que duerma en la calle, porque definitivamente no quiero tener que vivir con él —gruñó. Por más que lo odiara, seguía siendo la carga de su padre y no podría hacer una compra tan grande como una casa sin su estúpido consentimiento—. Tampoco quiero ir de alfa en alfa cada temporada solo para tener un techo.

—Hijo, no pienses en eso ahora, ¿sí? Sigues demasiado molesto para meditarlo con sensatez —señaló Gaeul y tomó su mano para detenerlo—. Deberías pasar el día haciendo algo relajante, así mañana tomas la decisión correcta, también.

—¿Y cuál es la correcta, eh? —preguntó, alzando una ceja.

—La que te haga sentir mejor —le respondió para luego acariciar su mejilla con la yema de los dedos—. ¿Saldrás luego de comer?

—Eso planeaba —musitó—. Aunque no estoy seguro de seguir de humor.

—Si tienes algo de tiempo hoy, limpiaré el altar, por si quieres ayudarme... también pensaba ir al cementerio para arreglar las tumbas, pero no creo que eso ayude a subirte el ánimo —mencionó su progenitora y él liberó una suave risa.

—No está tan mal —Se encogió de hombros y la miró sonreír igualmente—. Hace un tiempo que no ayudo a arreglar el altar de casa.

—No importa, este es mi trabajo —Negó ella con la cabeza, restándole peso.

Los altares eran una tradición que disfrutaba, cada hogar debía tener uno dedicado a la Diosa Luna y era una tarea reservada especialmente para los omegas, en particular para aquel con más poder dentro de la familia. Él debía levantar y mantener uno cada vez que se emparejaba con un alfa para su propia casa, al menos una vez a la semana debía dedicarle tiempo para arreglarlo, pero estaba lejos de serle una molestia rendirle culto a su Diosa. De niño incluso deseaba convertirse en un Selene  al crecer y simplemente dedicarse a su adoración, ahora no tendría que estar dependiendo de su padre si fuese el caso, pero perdió esa oportunidad el día que decidió que tener sexo era mejor opción.

indómito | kooktaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora