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HANNAH
¿Alguna vez han tenido un remolino de emociones?, púes yo en este preciso momento lo estoy teniendo, Taz aferrándose a mi en este pequeño cuarto era lo único que quería, las cosas se caían y sin importar quién estuviera a fuera, él continuaba besándome como si no hubiera un mañana.
Arqueo ligeramente mi cuello haciendo que Taz deposite algunos besos húmedos sobre este, jamás pudiera haber pensado que Taz Skylar estuviera frente a mí besándome tan apasionadamente.
— Tenemos que parar... — Susurró agitada pero era inútil ya que él seguía en lo suyo como si no me escuchará.
— Shhh... — Sonríe subiendo nuevamente hacia mis labios, me da un corto beso y se separa. Acomoda su mandil, me mira por última vez y sale del cuarto sin decir nada más.
Llevo mis manos hacia mis labios, un beso de este hombre es lo único que hace que se me alteren las hormonas.
Salgo del cuarto y camino hacia las mesas sucias donde ya habían platos, vasos y tazas acumuladas, había mucho trabajo por hacer. Limpiar nunca había sido mi fuerte, pero cuando tienes una carrera por pagar eres capaz de hacer todo lo que se te cruce que en este caso fue el trabajo de Taz, no en cualquier trabajo por ser camarera y limpiar los trastes te pagarán doscientos cincuenta dólares a la semana. Cada que limpiaba una mesa sentía la mirada intensa de Taz a mis espaldas, era claro que no dejaba de verme y eso me gustaba.
No me considero una chica guapa ni tan poco fea, dejémoslo en un punto intermedio. Tengo los ojos marrones, el cabello con tinte de color negro y del físico no hablemos, no hago ejercicio por lo tanto no tengo un abdomen plano, pero eso lo arreglaré lo prometo. Les confesaré que la noche en qué me acostaría con Taz al sentir su abdomen todo se fue por un abismo, me sentí pequeña e insegura, un hombre guapo y en forma como él al verme sabría que se arrepentiría de inmediato, es por eso que rechacé estar con él esa noche.
Mientras lavaba algunas tazas escucho la campana de la entrada sonar, al escuchar esa estúpida voz sabía de quién se trataba, era esa adolescente rubia que no dejaba a Taz en paz. Estaba completamente cambiada, usaba un vestido pegado de color azul junto a una chamarra de mezclilla clara, parece que tirarle el café encima no fue suficiente.
— Tareksito he regresado — Sonríe sentándose frente al mostrador para quedarse a platicar con él.
— Lauren, hola — Le sonríe y yo aprieto la esponja con la que estaba lavando las tazas, ¿por qué carajos le sonríe?
— Casi pasan de las siete de la noche, ¿a qué hora cerraras hoy? — Lo mira antes de que sacará un espejo para mirarse en él, si les soy sincera a simple vista puede verse que es una niña a lado de Taz.
— En veinte minutos más, la gente se ha ido y por lo general a esta hora ya no viene nadie, cerraré y nos iremos, ¿te parece? — La mira fijamente mientras contaba el dinero que había en la caja del mostrador.