Capítulo 17

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No era su primera resaca. Esconderla de sus padres ya era una misión que sabía cómo funcionaba pero fingir que no le dolía la cabeza y le escocían los ojos delante de sus amigos era otra historia. Jeongin agradecía el café caliente con mucho sirope mientras lo tomaba de las frías manos de Hyunjin. 

Acababa de llegar y todavía llevaba el abrigo puesto mientras repartía el desayuno de aquella mañana. El más pequeño reparó en la sequedad de su piel, pues el frío estaba comenzando a hacer estragos y Hyunjin siempre acababa cubierto de rojeces con facilidad. En verano, era capaz de quemarse en apenas diez minutos bajo el sol.

Dio un sorbo. Agradecía su calidez mientras miraba por encima del vaso de cartón a los presentes. El mayor recogía su cabello con una goma. Llevaba unos días sin prestar atención a su agenda personal por estar demasiado preocupado por los trabajos universitarios y había olvidado concertar una cita en su peluquería de confianza.

 Así pues, tomó la decisión de amistarse con el caos y dejar su melena crecer. Algunos mechones caían por su frente y el chico sentado a su lado los apartó sin pudor.

—Mi madre es peluquera.

Las indirectas de Seungmin no eran nunca sutiles.

El aludido negó con la cabeza y empezó a sacar el ordenador y los apuntes tras quitarse el abrigo, Jeongin le observaba siendo ignorado. Nunca había reparado en que su cabello era realmente liso y de un azabache tan brillante como el suyo. 

La punta de los dedos enredaba uno de sus mechones cortos en la nuca mientras pensaba si a él le quedaría bien. Su mirada se deslizó hasta Seungmin y le imaginó con ese mismo corte. No pudo evitar exhalar ese tipo de sonrisa que es más bien un golpe de aire. Seungmin estaría demasiado raro. No se lo imaginaba con cualquier otra cosa que no fuese su corte actual. Era un chico demasiado básico con su imagen. Al contrario que Hyunjin. Últimamente parecía haber ido de compras varias veces a por prendas de alta costura. Ese abrigo Versace no lo había visto antes y le hacía una buena figura. Le recordaba a las poderosas mujeres de los cuadros de Waterhouse. Esbeltas y elegantes acompañadas de una fiereza particularmente femenina.

—El profe me ha dado el visto bueno para la monografía.

La voz de aquel al que observaba le trajo de vuelta a la realidad. Suspiró como si no hubiera respirado en siglos y se enfadó consigo mismo. Aceptar que jamás había pensado así de Seungmin era una carga demasiado pesada. Responsabilizarse de eso no estaba en sus planes. Iba a ser problemático, no era el momento. Tragó saliva, respiró hondo y continuó con su café como si en su cabeza no hubiera una guerra peor que la del opio.

—Gracias por vuestras aportaciones —añadió Hyunjin con sarcasmo frente al silencio que sus amigos le habían ofrecido.

Esa conversación era algo propio de estudiantes demasiado agotados como para tener un cerebro funcional. Hyunjin, que parecía ser el único con ganas de vivir, intentó animar a sus amigos con el flirteo habitual al que Seungmin estaba acostumbrado pero ni siquiera eso les hizo reaccionar. Incluso quien se suponía que era su rival en el amor estaba ensimismado en sus propios asuntos. 

Levantó una ceja, abochornado. Tenía la impresión de que algo había pasado y nadie se había tomado cinco minutos para ponerlo al día evitándole esa vergonzosa escena.

—Ahora vengo.

El taciturno Seungmin necesitaba unos cheetos para soportar lo que se venía. Parecía ser el único lo suficientemente despierto como para saber que en esa habitación iban a pasar cosas. En cuanto cerró la puerta al salir, Hyunjin fue el valiente que habló.

—¿Pero a ti qué te pasa? —Susurró, o al menos lo intentó.

—¿Qué me pasa de qué? A mi no me pasa nada.

My pace - MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora