Capítulo 30

59 7 9
                                    

Daba pequeñas pero rápidas zancadas, adoloridas y torpes, hacia el exterior de la academia. Felix no era un estudiante habitual, sino más bien un cliente ocasional. Había contratado un plan un poco especial en el que su intención no era aprender a bailar. De nada le servía, pues tampoco era su afición, al contrario, lo necesitaba. Desde que descubrió que se sentía mucho más cómodo con su cuerpo después de bailar jazz, ya era una costumbre contratar una práctica antes de una sesión con alguna marca de renombre.

 Desde que descubrió que se sentía mucho más cómodo con su cuerpo después de bailar jazz, ya era una costumbre contratar una práctica antes de una sesión con alguna marca de renombre

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Iba mirando su teléfono, aún sin haber visto bien quién quería entrar, aguantó la puerta y dejó pasar a una chica un poco más baja que él

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Iba mirando su teléfono, aún sin haber visto bien quién quería entrar, aguantó la puerta y dejó pasar a una chica un poco más baja que él. Alcanzó a ver de reojo una melena larga y suelta a la que no prestó la más mínima atención. Tenía que planear cómo iba a conseguir que todo ese grupo se pusiera de acuerdo en muy pocos días.

Por su parte, aquella chica iba con paso firme y sin titubear hacia el final del pasillo. En algunos trozos, la moqueta ahogaba el sonido de sus tacones y en otros, donde el suelo estaba desnudo, repicaban haciendo eco. No volteó la mirada con curiosidad para ver qué había dentro de las clases ni prestó atención a la música que se colaba por las puertas. Su objetivo era otro muy distinto.

Sonrió al llegar delante de aquella puerta negra de metal como si hubiera recordado un chiste y respiró hondo antes de abrir. No llamó, no hacía falta.

—Disculpe señor, usted no puede estar aquí, solo se permite pasar al personal.

Asomó la cabeza por el hueco de la puerta y tuvo que esquivar un cojín usado como arma letal en su contra. Las carcajadas fuera del estudio no parecían proceder de una linda chica como aquella, su voz se volvía más aguda y parecía una niña diabólica.

My pace - MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora