Minho cruzaba la puerta de la pequeña tienda con un bostezo asomando. Estaba agotado. No sabía qué día de la semana era, había llegado a un punto en el que sólo identificaba el número. El trece, un examen; el quince, la entrega del análisis; el diez, había una exposición oral pero se retrasó al diecinueve porque el profesor se enfermó. No le importaba, iba mal de tiempo de todas formas.
Había silenciado todos los chats excepto los de trabajos grupales e incluso esos los ignoraba. No sabía cuántas veces tenía que decirles que dejasen de decir tonterías. Parecía la madre del grupo y, a veces, siendo el más joven. Era una de las consecuencias de nacer en Octubre.
—Oh, mierda.
Se acercaba al mostrador rebuscando en la mochila. La apoyó delante de su compañero, que le miraba con una ceja levantada y los brazos cruzados.
—¿Qué te pasa?
—Creo que me he dejado los apuntes y quería estudiar.
—¿Cuáles? ¿Estos?
De debajo del mueble, sacó un fajo de papeles impresos y manuscritos, manchados con tinta y subrayados, doblados y de diferentes tamaños.
—Esos mismos.
Minho se los quitó de las manos rápidamente y les echó un vistazo por encima. Si llegase a perder los apuntes de Probabilidad y Estadística se daba por muerto. Era la típica asignatura que todo el mundo suspende en primer año y provoca más de un abandono. Estaba bastante asustado.
—Ve a cambiarte, yo atiendo a ese cliente y me voy, date prisa.
Señaló a un chico que parecía de su misma edad y llevaba en los brazos comida precocinada, bebida energética y dulces.
—Estamos todos igual... —murmuró antes de ir a la trastienda.
Al volver, ya con la ropa de trabajo, solo alcanzó a ver marchar a Seonghwa despidiéndose con la mano. Nadie tenía fuerzas para socializar aquella semana.
Miró a través de las cámaras y observó la tienda por encima para cerciorarse de que no había nadie antes de colocar los apuntes encima del mostrador y sacar el taburete. Tenía por delante unas cuatro horas que, si invertía bien, servirían para sacar un sobresaliente.
—Quizá eso es aspirar demasiado alto —murmuró, pero de pronto escuchó la puerta—. Bienve...
—Por fin te encuentro, ayer no pude venir.
—Vete.
No pensaba siquiera atenderle. Le daba absolutamente igual si la dueña miraba las cámaras y le veía ser rudo. Si su intención no era comprar, no podía considerarlo cliente. Jungwoo no tenía cara de querer ramyeon barato para cenar.
—Quería hablar contigo.
—Yo no.
Fingió que miraba unos apuntes borrosos. No sabía si era el enfado o la tristeza lo que empañaba su mirada pero apretó tanto la mandíbula que las lágrimas volvieron al lugar del que pretendían escapar. Las pocas energías que le quedaban, estaban siendo drenadas por la figura masculina delante de él. Seguía siendo más alto que él, Minho no había crecido ni un centímetro.
—¿Estás bien? Te veo mala cara.
—Hombre, gracias por venir a mi lugar de trabajo para insultarme.
Continuó sin levantar la mirada. Cada vez entendía menos su propia letra y no era capaz de detener el temblor de sus manos. Habría sido apenas perceptible si no sujetara un montón de hojas. Jungwoo suspiró. Minho le copió.
ESTÁS LEYENDO
My pace - Minsung
Romance[Misunderstanding to lovers ] Minho se graduó del instituto con las mejores notas y eso le consiguió una beca en la universidad de Seúl, donde ha llegado solo, con una mochila y tres gatos. Mientras que Jisung únicamente va a la facultad para acalla...