Capítulo 36

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—No te he escuchado entrar.

Jisung no reaccionó a su voz. Tampoco respondió, solo entró al baño descalzo y con las manos desnudas. Minho se había visto obligado a apartarse de la puerta para dejarle pasar. Levantó las cejas al escuchar el seguro y el agua correr.

Todavía le caían algunas gotas del cabello húmedo. Suspiró con hastío al sentarse sobre el colchón, ahora salpicado de agua.

—Qué agotador es tener... Bueno, lo que sea esto —murmuró.

¿Tendría algún día el atrevimiento de llamarlo pareja? O mejor aún, ¿tendría derecho? Todo el rato que había estado en la ducha para relajarse y descansar había sido en vano. Le temblaba una pierna y apretaba la mandíbula.

Si no tenía nombre, ¿cómo podía saber si lo veían igual? ¿es que quizá no existía en realidad? ¿Tenían ideas diferentes?

De pronto se asustó. Se dio cuenta de que algo que solo existe cuando lo piensas es muy fácil que desaparezca. Demasiado fácil. En el mismo instante en que estás demasiado ocupado y lo das por hecho demasiado tiempo.

Se levantó a toda prisa, con la firme intención de llamar a la puerta. Pero fue otra llamada entrante la que le detuvo. Su teléfono vibró sobre la mesilla de noche y respondió con rapidez. Mierda, no se había acordado de avisarla.

—Hola, madre —respondió con el saludo que empezó como una broma años atrás y quedó como costumbre—, perdón, se me olvidó llamar.

—Ya me lo imaginaba, Minhito, ¿qué tal con los amigos? —Su voz estaba algo cansada, era tarde.

—Bien, ¿cómo va todo por casa?

—Ay, hijo.

Lo de suspirar era cosa de familia, no solo había heredado su sonrisa, sino la forma de afrontar los problemas en la vida.

—Hemos tenido que llamar a tu prima para que nos ayude porque tu abuelo con el frío que hace no quiere salir de casa.

—¿El yayo? —Minho no pudo evitar reírse, ese señor era un cascarrabias.

—Sí, hijo sí. ¿Tú qué tal con tus cosas? Hace días que no llamas —le recriminó.

—Pues... —Mentalmente descartó varias ideas que mejor no comentar e hizo un resumen rápido.—En la tienda todo igual, la dueña nos va dando comida que sobra, en la uni ya he acabado los examenes y, como Chan me ha dado unos trabajillos extra, he cobrado más este mes.

—Entonces, ¿lo que quedó sin pagar de la beca ya está?

Minho asintió a la vez que respondía. Ambos sonaban muy aliviados. Era una carga que la familia llevaba semanas llevando en silencio. Ya que la tienda de sus padres no daba muchas ganancias y el pueblo cada vez estaba más vacío durante el invierno, hablar de dinero se había convertido en un tema algo tabú.

—Ay, me alegro.

Se escuchaban algunos sonidos de platos y palillos, seguramente estaba terminando de recoger la cocina antes de ir a la cama.

—Y el chico ese, Chan, ¿no es mucho mayor que tú, no? ¿Y ya es tu jefe?

Minho tuvo que inspirar hondo y pensar que no era ningún comentario con doble sentido. Estaba ya un poco alterado como para que encima le recordasen que no era más que un cajero nocturno y un chico para todo en la academia.

—Sí, mamá, creo que tiene unos veintiséis o así.

—Ah, ya, ya... ¿Y ahora que tenéis que hacer? ¿Te dará más trabajo?

My pace - MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora