Parte 1

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Todo el mundo sabe que por desgracia todavía hay lugares de trabajo que se creen sólo para hombres. Mi padre es el propietariode uno de los mejores gimnasios de toda la ciudad, pero ha decidido que ya eshora de retirarse y yo, como buena hija única que ha estudiado empresariales ysiempre ha practicado boxeo, soy su heredera del local. Él siempre se ha fiadode mí, pero como no sabía cómo responderían los chicos, llevo dos mesesdirigiendo el gimnasio; pero ellos se pensaban que todo lo hacia mi padre. Y hoyes el día en que se anunciaría todo. Mis nervios están a flor de piel, no solopor tener que hacerme respetar, sino por estar en una sala llena detestosterona, que una no es de piedra y no quiero acabar babeando. Sería lopeor que me podría pasar, eso y caerme al entrar.

Me miré en el retrovisor de mi auto que mi pelo castaño lacio estuviese recogido perfectamente en una trenza. He pasado deutilizar maquillaje y mis ojos grises oscuros me devuelven la mirada. Abro lapuerta del conductor y bajo. Miro la fachada negra del gimnasio y la puerta plateada de entrada. Intento relajarme respirando profundamente mientras me dirijo a la entrada. Lo bueno es que las playeras hacían más fácil que no me cayese. La recepción es un espacio pequeño con un mostrador y sentado detrás de él un señor de 60 años, muy concentrado en la pantalla del ordenador.

-Buenos días, Bob - le saludo con una sonrisa. El aludido me mira y sonríe.

-¡Qué bueno volverte a ver, Dani! - dijo contento y haciéndome sonreír más - Tú padre está en el despacho.

-Gracias - dije antes de irme.

Bob es el único que trabajador que me conoce porque ya trabajaba aquí cuando yo venía de pequeña y antes de marcharme a estudiar aun internado en otra ciudad. Y me alegro, porque fue el internado que yo elegí y pude conocer a mis mejores amigas. Y aunque a la gente le cueste creerlo elegí un internado sólo femenino, ya estaba harta de tantos hombres y quería potenciar mi parte femenina, ya que no conocí a mi madre y mi padre siempre quiso un niño; y me educo como uno. Hasta me llamo Daniela, para poder llamarme Dani, en fin, él es un buen padre que intenta hacerlo lo mejor posible y le quiero. Además, tampoco podía pedir mucho de un hombre que siempre ha estado dentro de un cuadrilátero y entre pesas para educar a una mujer. Además, Bob esel único que sabe que soy mujer, porque para los demás soy Dani, el hijo del gran German.

Para llegar al despacho de mi padre había que atravesar todo el gimnasio. Entré como lo he hecho muchas veces de pequeña y medi cuenta que las cosas habían cambiado dentro, las máquinas eran lo último del mercado y habían cambiado el suelo y dado una mano de pintura a las paredes, pero el ambiente que se podía respirar no había cambiado. Cuando la puerta se cerró detrás de mí, todos los hombres de la sala me miraron. Pocos con cara de desaprobación por estar en un sitio sagrado para ellos y otros esperando a ver que hacía. Yo les eché una ojeada rápida y todos eran hombres grandes, excepto dos o tres más pequeños y uno que era como cuatro veces yo a lo ancho; concuerpos de infartos y aire de tipo duro. Seguí mi camino al despacho de mi padre.

-No sabía que German tuviese tan buen gusto - grito uno intentando hacerse el gracioso. Yo sólo eleve mi dedo corazón hacia dónde provenía la voz, haciendo que todos seriesen.

Entré sin llamar al despacho para encontrar a mi padre rodeado de los recuerdos de sus años de gloria en el ring. Posters, trofeos,fotos... todos momentos ya vividos.

-Pa - dije para llamar su atención sobre la revista que estaba leyendo detrás de su gran escritorio de caoba.

-¡Ya estás aquí! - dijo después de mirarme y levantarse -¿Preparada?

-Por supuesto - dije mientras que me daba un abrazo de oso, aún con sus 65 años, todavía mantenía algo de forma de sus tiempos más jóvenes; y todavía me sacaba una cabeza. Su metro ochenta contra mimetro setenta.

-Tu madre estaría muy orgullosa - dijo mientras que un velo de tristeza y añoranza tenían sus ojos cafe.

-Lo sé - dije deseando haber conocido a mi madre.

Sin decir nada más seguí a mi padre de vuelta al gym.

-¡MUCHACHOS, ACERCAOS! - gritó con voz potente, haciendo que todos dejasen lo que estuviesen haciendo y se acercaron. Era un grupo muy variopinto, y debo decir que casi todos estaban para morirse. - Bien, ahora que estamos casi todos, les quiero anunciar que llevo dos meses sin ser el dueño del gimnasio - dijo produciendo miradas de desconcierto por parte de los deportistas - Y solo vengo a sentarme en mi despacho y pasar las horas. El nuevo dueño es Dani, mi hija - dijo mientras que me presentaba y dirigía una mirada. - Ha sido ella quien ha estado llevando El Tártaro desde ese tiempo, sin que yo metiese mis narices en ello. Con eso quiero dejar claro de que os tenéis que preocupar, sino alegrarnos de que alguien como ella sea mi sucesora. - cuando deja dehablar muchos murmullos llenaron la sala.

Me aclaré la voz.

-Hola, como os ha dicho mi padre, soy Daniela, pero todos me conocen como Dani. Todo con respecto a El Tártaro va a seguircomo ahora. Eso sí, si tenéis algún problema de que lo dirija una mujer, ya sabéis dónde está la puerta - dije seria - Y si no tenéis nada que preguntar o algo, podéis volver a entrenar - Sonreí para relajar elambiente.

-Yo si tengo algo que decir - dijo un hombre con el pelo rapado al cero - Yo no creo que una mujer deba estar en estos sitios. No creo que tenga una jodida idea de cómo llevar un sitio como éste y no me pienso quedar a ver como esto se hunde y mucho menos, yo con él.

-Muy bien, pues ya sabes dónde está el vestuario. - dije fríamente - recoge tus cosas y sal de mi gimnasio, por favor.

Él se fue sin decir nada más y a los pocos minutos vi cómo se iba por la puerta. Mejor que se vaya ahora que más tarde y me cause problemas. Además, me esperaba que muchos más se largasen, no solo uno.

-¿Alguien más? - preguntó mi padre. Y como respuesta recibió que cada uno volvió a lo suyo, mientras que me lanzaban algunas miradas de evaluación.

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