La cabeza me palpitaba endemoniadamente y cualquier ruido, hasta el volar de un mosquito, se me hacía insoportable. No sé si ayer nos tomamos tres o cuatro botellas de vino... Vamos, igual que siempre que hacemos una de nuestras reuniones nocturnas de cotilleo, porque hay cosas que son más fáciles de confesar cuando estás alegre.
Bajé las escaleras de mi casa con cuidado, evitando que alguna crujiera y despertara a las dos marmotas que tengo como amigas. Las dejaría dormir y aprovecharé para pasar la mañana en el gimnasio y así los chicos no se cabrearán porque haya más mujeres en él.
Decidí no desayunar y parar de camino para comprar un gran café que me devuelva a la vida.
Salí del coche ajustándome las gafas de sol y me dirigí a la cafetería. En lo que no caí fue en el ruido de las cafeteras y delas personas que se reunían a desayunar. Era como el infierno para un resacoso. Y por la cola que veía no iba a salir pronto de aquí. Después de unos largos minutos infernales me tocó pedir y aproveche para comprar tres cafés largos en vez de uno, sin duda esta mañana necesitaría mucha cafeína. Me los pusieron en una de esas bandejas de cartón de agujeros. Fui controlando que no se cayesen en el corto viaje al gimnasio, porque una vez me pasó y aunque conseguí quitarlas manchas de la tapicería, el coche me olió a café por una larga eternidad.
Al entrar en El Tártaro me di cuenta de que no había nadie, claramente, si que estaba Bob. Pero era raro, siempre había uno o dos entrenadores por aquí.
-Oye, Bob - le saludé - ¿Qué demonios pasa que no hay ni un alma?
-¡Sólo sé que van a llegar todos una hora más tarde, eso han dicho los entrenadores! - dijo rápido. Había algo más y lo pensaba averiguar. Aunque no ahora mismo, porque que no hubiese nadie me venía bien para el dolor de cabeza.
-Bien - dije mientras me daba la vuelta para dirigirme a mi despacho.
Con la luz que entraba si dejaba la puerta abierta veía lo suficiente para ver la silueta de la silla y la mesa. Perfecto, una hora con tranquilidad y oscuridad. Me dirigía hacia mi asiento cuando una voz me sobresaltó e hizo que por poco no se me cayeran los cafés.
-Daniela - dijo con un tono bajo como si estuviera cabreado.
-Poché... - me quedé quieta al reconocer su voz y ver como su robusta silueta salía del rincón oscuro donde no alcanzaba la luz. - Pensé que no había nadie -dije como una estúpida. Sintiéndome como si me hubiesen pillado metiéndome a escondidas en el despacho del director en vez de en el mío.
-Lo sé.
Me quedé mirando lo poco que veía de ella, en medio dé uno de esos silencios incómodos en los que esperas oír a un grillo o ver pasar una bola rodante del oeste.
-¿Qué quieres? - dije sin poder resistir más.
-Tenemos una conversación a medias y te he dado tiempo suficiente...
-¡¿Tiempo suficiente para qué?!- pregunte alarmada.
-Para que pienses en lo que sucedió el otro día y que me digas la verdad, el porqué de tu actitud.
-Primero, entre nosotros no sucedió nada - dije intentando que ese tema se quedase fuera, porque solo de pensar en el beso me calentaba -. Y yo no tuve un cambio de actitud. Te lo vuelvo a recordar que nosotros teníamos un trato y yo lo cumplí, punto.

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TUYA
FanfictionEsto es lo que pasa cuando una mujer se hace cargo de un Gimnasio de boxeo. Daniela Calle nos demostrara que es dificil pero no imposible, aunque a todos no les parezca. Poche gip Adaptacion Caché Historia real "Soy tuya" de (EstherR4)