TUYA

Parte 18

Entré corriendo al pasillo donde estaba la puerta del vestuario de Poché con lágrimas todavía cayendo de mis ojos y mi padre pisándole los talones. Entre sin llamar y lo que encontré me dejó sin aliento. De cerca el cuerpo y rostro de Poché estaba destrozado. Un ojo hinchado y empezando a ennegrecerse.; los pómulos en igual estado, la nariz sangrante y el labio roto por dos sitios. Su cuerpo era un cuadro de colores, negros, verdes y morados, con partes hinchadas y lo peor de todo, la zona de las costillas.

-¡Poché...!- dije corriendo a ponerme de rodillas entre sus piernas.

-He ganado - dijo con dolor al intentar sonreír y moverse.

-Lo sé, cielo - le acaricie el pelo, porque era la única zona en la cual me atrevía eneste momento - Estoy orgullosa. Pero...

-Se lo que vas a decir y no pienso ir al hospital - avisó.

-Vas a ir, esta vez, no vas a ser tan cabezota. Tienes dos opciones - avisé yo - o vas al hospital por voluntad propia o dejó que uno de estos chicos te dé un buen puñetazo, te deje inconsciente y te llevamos así al hospital. Tú decides. Pero yo te lo pido por mí, vamos al hospital, no quiero ver cómo te pegan más - dije notando como más lágrimas caían por mi rostro.

-Vamos al hospital - accedió mientras con cuidado movía uno de sus brazos y me limpiaba una lágrima - no quiero verte así más. Y si te quedas mejor si vamos, no voy a hacer otra cosa.

Los paramédicos de la ambulancia estuvieron recostando a Poché en una camilla en cuestión de unos pocos minutos. Eso sí, ella se negaba a soltar mi mano y yo tampoco pensaba hacerlo. Mi padre me prometió seguir a la ambulancia con el coche y no dejarme sola mientras le hacían pruebas. También hubo una cosa que en ese momento no me di cuenta, de que Lindsey no apareció por ningún lado y eso era extraño, ¿para qué había venido a verle si después no se hacía notar? Porque no creo que haya ido a la pelea sólo para estar con el móvil y no hacerse notar.

*********

En la sala de espera del hospital me encontraba más tranquila. Le estaban haciendo pruebas y eso era lo que más me tranquilizaba, que, si tenía algo malo, se lo encontrarían y solucionarían. Además, el apoyo que me estaba dando mi padre, sentado a mí lado y cogiéndome las manos, era reconfortante.

La espera se me hizo eterna. No sé cuánto pasó hasta que un médico salió.

-¿Familiares de María José Garzón?

-Nosotros - dije levantándome rápidamente - ¿Qué tal esta?

-Bastante mejor de lo que aparenta. No ha sufrido ninguna conmoción, que es lo que más nos preocupaba. No ha habido que darle ningún punto. Los moratones se pasarán con el tiempo. Pero lo peor han sido sus dos costillas rotas. Tendrá que estar dos semanas de descanso y luego venir a revisión. Le hemos recetado unas pastillas, que se deberá tomar cada 8 horas, pero sólo durante la primera semana. Dentro de un momento le darán el alta.

-Gracias, doctor - nos despidió mi padre.

-No esta tan mal - dije ya tranquila - en dos semanas estará como nueva - y no pueden evitar emocionarse y abrazar a mi padre. Quien me devolvió el abrazo con cariño.