Parte 2

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-De verdad papá, no hace falta que recojas nada - le dije por décima vez.

- No, Dani, ahora es tu despacho. Mis cosas ya no hacen nada aquí.

-¿Y si quiero alardear a mi padre?

-Cariño – río - echaba de menos tus comentarios. Pero la verdad es que he habilitado una zona de la casa para ellos, además a partir de ahora tendrás que colgar tus logros, no los de otros.

-¿Qué logros? Si no boxeo profesionalmente ni hago nada que merezca la pena colgar en estas paredes. No hago nada.

-Ya sabrás cuando llegue. Además, todavía es tu primer día aquí.

-Mi primer día y ya hay uno que se ha largado- reí amargamente - un buen comienzo, sin duda.

- No te preocupes por Diego Dinamita, además todos los meses montaba algún escándalo. Y no creo que muchos gimnasios le quieran tener... Y respecto a eso...

-No me gusta ese tono - suspiré.

-No dejes que Poché te intimide. En el fondo es buena persona.

-Y cuál es su sobrenombre, si se puede saber...

-Nadie se ha atrevido a ponerle otro nombre y ella tampoco quiere. Según ella no necesita otro nombre para que le teman y cosas así. Ya te iras acostumbrando a todas sus manías.

-Perfecto, una maniática boxeadora. Mi día está mejorando por momentos.

-Confío en ti, mi pequeña boxeadora. Pero si te da muchos problemas me llamas y ya me encargo yo de ella - dijo haciéndose crujir los nudillos.

-Dame unos días y te digo. 

-Vale y, por cierto, ¿cuándo vienen los dos terremotos?

-En un mes - dije entusiasmada.

Mi padre bautizo a mis amigas Laura y Lucia como terremotos el verano que vinieron a pasar un mes de las vacaciones connosotros. La verdad es que ese mes no pase ni un día quieto, tendríamos 16 añosy solo pensábamos en ir de fiesta y en chicos, vamos, como hora, pero con las hormonas en estado imperativo. Y la casa se llenó con nuestros gritos y carcajadas histéricas. Pero sobre todo recuerdo el día que Laura le quitó el móvil a Lucia cuando recibió el mensaje que tanto estaba esperando y empezó acontestar por ella, y al fin y al cabo en una persecución por la casa y un jarrón destrozado. Y nos alegramos por ello, porque era la cosa más fea de mirar que había en la casa, regalo de mi tía Antonieta.  Sólo de pensar enella un escalofrío recorrió mi espalda.

-¿Qué pasa?

- Me he acordado de la tía Antonieta.

-Calla, calla - dijo rápidamente al escuchar su nombre - es lo único malo que tenía tu madre y por suerte no la tenemos que ver a menudo.

-Ya está, la última fotografía - dije con pesar.

-¡Y ahora...- dijo entusiasmado mientras se dirigía a unos de los archivadores y sacaba un paquete envuelto - mi regalo!

TUYADonde viven las historias. Descúbrelo ahora