Capítulo 2: Gobernable

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Los tres primeros puestos que encabezaban la lista de Cosas Favoritas de Mon-el incluían el jaleo con alcohol, las películas clásicas de terror y Kara. Ésta última cosa la disfrutaba todos los días, en cambio, lo demás no y era la razón por la que ansiaba las noches.

No salía a diario, pero frecuentemente se la pasaba en casa de sus amigos, en las discotecas de L-Dubh-Bán, en las salas de juego, cines y cualquier lugar que le permitiera entretenerse.

Esa mañana, el joven se levantó emocionado, salió de la cama no sin antes darle un beso sonoro y fuerte en la mejilla de su novia. Kara se quejó entre los sueños que le habían quitado. Con la energía de un caballo, se lavó los dientes y escribió una nota, dejándola sobre la mesa. El interior del refrigerador tambaleó con la comida dentro, uno que otro frasco se volcó. Jaló la cena que Kara le había hecho ayer y no comió. El emparedado se lo metió a la boca y con la misma se fue.

Kara se levantó irritable por lo tosco que se comportó su novio al levantarla. ¿Cómo la levantaría Lena por las mañanas? Quizás como lo hacía cuando se quedaba dormida entre sus brazos luego de estar juntas.

El recuerdo la hizo suspirar.

¿Lena la levantaba así porque le permitía abrirle más que sus libros de Anatomía? No, Lena era romántica por naturaleza.

¿Lena podía volverse así de tosca como Mon-el? No, su Lena era tan suave y delicada con ella como la caricia del viento a una flor.

¿Su Lena dejaría su esfuerzo por prepararle algo de comer para otro día? No, su hermosa Lena mordería ese emparedado con tanta sensualidad que ella misma se lo arrebataría de la boca para darle algo mejor para morder.

¿Su hermosa Lena haría un desastre en el refrigerador, haciendo que a sus potstickers les cayeran limonada? No, su amada y hermosa Lena no era Mon-el.

Bien, hora de tirar sus potstickers. Evitaría llorar.

A dos cuadras de la tienda de juegos, Mon-el ya podía ver el final de la fila que doblaba la enorme cuadra

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A dos cuadras de la tienda de juegos, Mon-el ya podía ver el final de la fila que doblaba la enorme cuadra. Habían fanáticos que acamparon desde ayer para ser los primeros en comprar el nuevo juego de Star Wars: El Imperio de los Sith que había sido patrocinado por L-Corp. Quién sea que dio la idea, lo amaba.

—¡Mon-el! —gritó James desde la acera, el mejor amigo de Mon-el.

James ha sido su mejor amigo desde la secundaria, alguien que permitía que el humor se le subiera y que lo ayudaba a pasar las clases dejando que copie sus trabajos y exámenes.

Algo, que era lo único que tenían como tabú, era que James era el ex de Lena, la protegida de su madre.

—Amigo, lo siento, sabes que Kara no me habría dejado venir a pasar la noche. —Abrazó al chico moreno y se sentó en la silla plegable a su lado.

—Gobernado —se burló el otro.

—Oye, al menos tengo una hermosa y sexy novia.

—Y yo me cogí a tu hermana.

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