Capítulo 7: ¿Vale la pena?

298 30 10
                                    

A menos que soltara los dedos de Lena, sus gemidos ahogados subirían cien veces y todos allá afuera podrían oírla.

Su sexo húmedo se ceñía sobre el palpitante miembro invasor. Grande, caliente. El resbaloso embiste la dejaba con deseos de más. Tan perfecto en dejarla sentir, tan tortuoso en velocidad. Consiente que eso era lo único que le permitía el silencio suficiente —y los dedos de Lena jugando en su boca—, no podía pedir más. Realmente que no podía.

El pequeño armario era tan reducido para albergar apenas a tres personas. Rory guardaba sus notas y libros de poesía moderna ahí, lo que empeoraba la situación sobre el espacio. Como si les importara.

Kara arrugaba entre sus manos un par de hojas mientras se sostenía de la repisa. Lena la follaba por detrás, su cuerpo inclinado y sudoroso para ella. Miró por encima del hombro: los pechos de Lena se balanceaban, el abdomen se contraía y los músculos de sus brazos sobresaltaban lentamente. Lo que la dejó sin aliento fue su mirada, tan intensa viendo el rebote de su trasero contra su pelvis, atravesando las entrañas de Kara en deseo.

Lena se pegó a su espalda y besó sus hombros con amor. Mordidas fugaces recorrían su espalda.

—Tan deliciosa. Tan caliente. Kara, me tienes en tus manos —jadeó contra su piel—. Haz lo que desees conmigo. A cambio, déjame tenerte así.

La lengua de Kara se movía entre sus dedos, chupaba y jadeaba contra ellos. La boca de Lena, húmeda y que la succionaba con fervor, su lengua la recorría, sus dientes le daban esa sensación de cosquillas que la enloquecía.

Lena salió de ella alejando sus dedos de su boca y recibió un gemido ausente. Volteó a Kara y levantó su pierna. La flexibilidad de la rubia no podía atribuirse a nada que hubiera visto antes, era tan beneficioso en esos momentos que fuera una porrista en todo el sentido. Recorrió con sus labios el largo hasta el centro de su amante, dando una larga lamida sobre los pliegues empapados.

Lena se incorporó y la penetró dulcemente, delicada y suave. Amaba a Kara, tener a Kara la hacía ser gentil. Kara gozaba de su dominio caluroso, susurros sobre ella, mordidas juguetonas y besos tiernos, chupetes que mandaban escalofríos y caricias placenteras. Desde la primera vez que tomó la mano de Kara supo que era tan delicada como un lirio, y ella la trataría como tal.

Kara la hacía sentir amada, deseada, complacida. La manera en que esos ojos coloridos como el mar la miraban era un sueño hecho realidad. Y ella quería hacer lo mismo y más.

Mon-el contaba los segundos para que su novia y Lena salieran

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Mon-el contaba los segundos para que su novia y Lena salieran. Quería que Kara bailara con él. La sola imagen de Kara girando a su alrededor, pavoneandose contra él y restregando su trasero sobre su cadera lo hacían estremecer. Necesitaba intimidad y ojalá Kara se portara receptiva con él cuando fueran a casa, o quizás encontraran un buen lugar ahí para intimar.

Sam no creía que Kara tuviera deseos de acción, no con él. Desde que la hermosa rubia entró de la mano de Lena Luthor, la prodigio más prometedora y la empresaria más joven de Ciudad Nacional, todos chorriaron curiosidad. Más de uno intento acercar sus oídos a la puerta, el sonido de la música y los murmullos impedían escuchar algo en el armario. Sam se había plantado frente a la puerta, no sabía exactamente por qué, pero qué bueno que lo había hecho.

Serás MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora