Capítulo 9: Fuera de juego

370 35 8
                                    

Aquella mañana las cosas iban de jaleo en jaleo, en especial para los jugadores. Principalmente por el entrenador Foster. Desde días anteriores los entrenamientos fueron más rigurosos y disciplinarios, todo por el último juego de la temporada.

Pero el esencial receptor de los regaños del entrenador, era Mon-el.

—¡Más rápido, más rápido, Merlyn! ¡Tu padre no caía de cara contra el suelo a tu edad! —profirió Foster dando aplausos haciéndose notar. El hombre sonó el silbato provocando que todos se detuvieran— ¡Matthews, ¿qué crees que haces?! ¡¿Tu meta es hacernos perder?!

Casi como si la atención absoluta fuera para el mencionado, todos giraron en su dirección. Mon-el había sido una estrella en el fútbol desde que piso el campo durante sus primeras pruebas para el equipo, en los entrenamientos era de los mejores y la multitud clamaba su nombre en los partidos la mayoría de las veces. Extraño se vio que, siendo un partido como el de ese día, se mostrara con tan poca eficiencia.

Foster masajeó el puente de la nariz calmando su enojo.

—Mon-el, si no vas a estar con la cabeza en esto, será mejor que lo digas ahora. —El chico se removió en su lugar dando saltitos para apaciguar su molestia—. Está es tu última oportunidad y la de tus compañeros en último año de ser campeones de la temporada. No quiero oír sobre tus celebraciones pre-campeones o si te la pasaste en tus últimas fiestas antes de la graduación. ¡Ya lo he oído suficiente en cada retraso o cuando vienes con resaca y te lo he pasado porque eres un buen jugador, pero es todo! ¡O pones de ti en este juego o ve a hacerte el inútil a otra parte!

—¡Y yo estoy harto de tener que acarrear a su hijito Adam en cada partido! Su hijo no sirve para esto como usted cuando fue joven. ¡Acepte que usted terminó como un estúpido entrenador de preparatoria porque su frágil rodilla no pudo con las grandes ligas y deje a los demás vivir en paz!

Miraron la escena y la boca de su entrenador se apretó colérica, tronando su cuello frente a los ojos de sus alumnos. Escribió sobre su portapapeles de manera brusca, dando un punto final que resonó por todo el campo.

—Quedas fuera del juego, Mon-el. Y olvídate de mi recomendación para la beca deportiva. Estás solo.

Mon-el se quitó la camisa y la arrojó al entrenador que lo miraba ofendido. En los vestidores fue abriéndose paso con brusquedad por donde iba. El casillero hizo eco en medio de la habitación, sacó sus cosas poniéndolas en su maleta sin cuidado —Debía hacerlo después del partido de esa tarde, pero ya no veía la necesidad de hacerlo si no jugaría— y se dirigió a las duchas. Ahí, sin nadie, pudo gritar y golpear las paredes blancas y mojadas.

El mundo se había girado en su contra. Hace unos meses seguía siendo el rey de la preparatoria, con una novia hermosa y perfecta, sin necesidad de tener que soportar a su abuelo más de unas dos veces cada seis meses cuando mucho.

Necesitaba a Kara. Quería besarla, abrazarla, acariciarla. Pero ella tampoco estaría dispuesta. Sin importar cuánto la deseara, que lo consolara y lo mimara. Sin embargo, Kara también lo había puesto en segundo plano.

Salió luego de refrescarse y bajar su temperamento iracundo. Con pocos ánimos, avanzó por los pasillos donde algunos le dieron cumplidos y palabras de aliento, pero, por primera vez, las sintió vacías. No se dieron cuenta de que tenía los hombros caídos o los ojos cansados, o que había salido de entrenar antes; todos siguieron dándole palmadas y hablando de las fiestas y apuestas que se estaban formando desde hace semanas.

—¡Oh, mierda! —Escuchó detrás suyo, James llevaba su cámara en las manos enfocando hacia Mon-el—. Te ves peor que antes del examen de Danvers.

Serás MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora