Capítulo 4: La foto

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Mon-el se levantó cerca de las 2:00 de la tarde, fue una noche pesada gracias a los últimos niveles de su nuevo juego. Miró el reloj que colgaba sobre la televisión de su recámara y se molestó por lo tarde que era. Un bostezo ruidoso y grotesco salió de su boca y se levantó, estirando sus brazos musculosos mientras se dirigía al baño.

Lavó sus dientes y fue por la casa tanteando el lugar. No había olor a nada, sonidos o algo que le diera a entender que había alguien ahí. ¿Kara no ha llegado?, se preguntó y recorrió el apartamento de arriba a abajo sin encontrar a su novia.

Probablemente seguía con Lena. Debieron de haber ido por unas copas en la noche y se habrá quedado con ella.

De tener habilidades culinarias...no tenía, pero podía preparar algo decente. No es como si Kara las tuviera. Mon-el sacó jamón de pavo, lechuga, un tomate y aderezo de mayonesa del refrigerador, además de ir a la alacena por pan.

A lo lejos, un zumbido llamó su atención. Su teléfono vibraba sobre su mesita de noche, era James.

—¿Hola?

—¿Dónde estás? Te perdiste las fotos para el anuario. Arias está muy molesta —dijo desde el otro lado su amigo.

—¡Joder, hoy es lunes! —maldijo por los aires. Se había desvelado y la mayoría de las veces perdía la noción del tiempo cuando lo hacía. Kara lo despertaba cada mañana que parecía que eso ocurriría y ella no estaba ahora—. Me desvelé anoche.

—Lo puedo oír. William Dey quiere partirte la cara. Hoy era el último día para tomar las fotos y el club de periodismo estaba en crisis.

—¡No pude ser el único que faltó!

—Lo fuiste. Nuestro grupo era el último y todos estaban ahí. William se quejó con la Directora y que debían entregar las fotos ya. ¡Te lo dije ayer Mon-el!

Sí, recuerda algo sobre dejar de jugar e irse a la cama para ir mañana. La foto escolar era tan importante como lo eran las visitas de Clark Kent, el famoso y guapo reportero, a la escuela. Ya podía escuchar los reclamos de sus compañeros y el problema en el que se metería con la directora si éstos la presionaban. Hablaban de la foto escolar, sus recuerdos y todas esas cosas eran importantes para su grupo. Para él quizás no, pero sin duda lo matarían cuando lo encontraran.

—¿Sigues en la escuela? —preguntó mientras se ponía unos vaqueros que no abrochó por buscar una camisa.

—¿Eh? Sí.

—¡Busca a William y dile que estoy en camino!

Colgó y terminó de ponerse la camisa. Salió corriendo mientras metía sus pies a saltos en sus zapatos. Los que ya lo conocían se apartaron del camino, ninguno quería volver a ser víctima del chico que se la vivía corriendo de un lado a otro sin ver por dónde iba.

Mon-el arrancó su motocicleta y llegó en menos de veinticinco minutos. Hubiera sido más fácil sin el tráfico de la tarde.

James estaba de brazos cruzados y exasperado junto a la entrada. No pudo avisar a tiempo a su amigo cuando William se acercó a zancadas hacia él.

—¡Cuidado!

William le impactó la mejilla izquierda y lo hizo caer. El moreno lo levantó de la camisa y, al seguir desorientado, Mon-el no pudo hacer nada.

—¡Maldito bastardo, espero que estés feliz! —Lo empujó contra el asfalto al ver que James se acercaba a ellos—. ¡Que te den, imbécil!

—¿Estás bien? —preguntó preocupado el otro moreno.

—No fue buena idea decirle que vendría. —James lo ayudó a levantarse, en su labio se sentía un ligero toque metálico, nada grave. William no era bueno con los golpes apesar de su tamaño.

Serás MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora