Conocidos I

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Athena

-Ya, pero no voy a ir.- Le dije de malas maneras a mi mejor amigo Marco.

-Pero, ¿Por qué?- Contestó cruzándose de brazos.

-Pues porque no me da la gana.-Me giré otra vez hacia mi armario- Además, el lunes tengo un examen de Galopes y  tengo que estudiar. Qué pereza.- Contesté irritada, moviendo perchas de mi armario cada vez más agresivamente al no encontrar nada para ponerme. 

-A ti todo te da pereza- Murmuró mientras se sentaba en mi cama, mirando unos segundos a la ventana para luego volver a desafiarme con sus oscuros ojos.

-Dime algo que no sepa.- Ironicé. 

Los dos nos quedamos sumidos en un silencio para nada incómodo. Sólo se escuchaba el sonido de las perchas al moverse de un lado a otro. Por fin encontré algo para ponerme para aquella fiesta. Eran unos pantalones vaqueros con rotos en las rodillas y muslos, eran negros y la parte de los muslos grises, simulando el desgaste. El conjunto iba acompañado de un top naranja con las tiras cruzadas. Unas Nike negras adornaban mis pies. Le sonreí a Marco.

-Me cambio y salgo. Dile a Irene que vaya saliendo de casa. 

Lo miré de reojo. Él abrió la boca para decir algo pero después de un segundo la cerró y simplemente asintió.  Se levantó con cautela y me di la vuelta para mirarlo directamente. Algo no estaba bien.

-Athena...- Empezó, con la mirada en sus pies.- Es que Irene y yo...- Me miró a los ojos, pero no podía ver qué expresión tenía. Negó con la cabeza y cerró los ojos.- Nada.

-Marco- me acerqué dos pasos y le cogí las manos.- Dímelo.

Silencio. Esperé un poco, pero él se soltó del agarre, se sentó en la cama y apoyó las manos en el regazo. 

-Ahora no puedo decírtelo.- Cogió su móvil del bolsillo de su pantalón- Voy a llamarla. Ve a cambiarte.

-Marco, no, ¿Qué te- 

Me callé al ver cómo se clavaban sus ojos en los míos. Me recorrió un escalofrío. 

Sí, mi mejor amigo me acababa de ocasionar un escalofrío sólo con fulminarme con la mirada. Y encima se había dado cuenta. Genial.

-Anda, que no voy a matarte- dijo soltando una carcajada.- Ve a cambiarte, mientras, la llamo.

Le saqué el dedo corazón, y eso ocasionó que se riera más de mí. 

Quince minutos después estábamos fuera de casa. Vimos un Audi rs7 negro. Aparcó derrapando un poco y la conductora se bajó del coche. Era pelirroja con el pelo rizado por debajo de los hombros y unos ojos negros. Vestía una chaqueta blanca y unos pantalones de cuero negros. Sonrió de forma adorable y pudimos ver el piercing que tenía en el frenillo del labio superior. Irene. Se acercó a mí a toda velocidad para darme un abrazo. Hizo el mismo procedimiento con Marco. Pero lo hizo tensa. Marco se lo devolvió un poco más tarde. Estaba ¿Sorprendido? Fruncí el ceño.

-Hola, chicos- nos dijo emocionada- vamos, que la enana se está congelando.

Era verdad, no sabía que haría tanto frío. Y había salido con un top y el resto estaban en chaqueta. Menos mal que la fiesta era en una discoteca. 

-Deja de llamarme enana, me sacas dos centímetros.-Respondí poniendo los ojos en blanco.

-Eso, eso que yo sólo te saco dieciséis como para que me llames farola.- Se quedó callado cuando lo miramos, perplejas, y volvió a reírse.

-Cómo dieciséis centímetros son súper pocos.- Le dije mirándolo con una sonrisa.

Irene sonrió, pero se quedó callada. Marco me rodeó los hombros con el brazo mientras me acariciaba el brazo para que se me fuera un poco el frío. Menos mal que el coche lo había aparcado a pocos metros de nosotros. Fui yo la que intentaba rellenar todos los silencios durante el viaje, pero como a los cinco minutos sólo me respondían con un "ya", "sí" o con una risita, me quedé callada. 

Una Sola MiradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora