Recuerdos V

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Athena

Habían pasado dos días desde que supe que viviría con Tiago. Por lo que era jueves. Ya le había dicho que pospondríamos la reunión en la residencia hasta hoy. El día escolar se me había hecho eterno. Enserio, infinito. Ahora que habíamos empezado el año, y con eso, el trimestre, mi productividad era equivalente a la de un perezoso. Adrian me explicó que había discutido con su madre, y por eso estuvo tan distante. También me aseguró que si Tiago volvía a molestarme, le partiría la cara de idiota que tiene. Nos reímos de eso un buen rato. 

Sólo había visto a Tiago un par de veces por los pasillos. En una de esas, estaba saliendo de clase para ir al baño y me lo encontré en las taquillas besándose con una tía. La reconocí como Rose. Era rubia, con el pelo ondulado por debajo de las orejas y rubio, ojos saltones y negros, complexión delgada, y algo alta. A mí principalmente, no me caía muy bien por el papel que jugaba en esta universidad, pero no iba a juzgarla. Sólo me miraba mal si me acercaba a Tiago para discutir con él o viceversa. Así que, yo no debía caerle de maravilla. El papel que jugaba no era muy bonito, la verdad. Por lo que había escuchado, todos los chicos de la universidad acudían a ella porque aceptaba a todos sin hacer ascos a nadie. A mi parecer era un poco repugnante, pero para los chicos no mucho. 

Lamentablemente, tenía que pasar por delante de sus narices para poder ir al baño, así que, obviamente, Tiago me vio. Yo pretendía seguir con mi camino, pero él me lo impidió. En el momento que me cogió de la muñeca para acercarme a él, estuve pensando mil maneras posibles de matarlo, ignorando la corriente eléctrica que me recorrió como la del otro día. Apartó a Rose de un empujón. Eran malos tratos, pero ella ya parecía acostumbrada. Me dio hasta pena.

-¿Qué quieres?- Pregunté sin rodeos cuando se acercó a mí.

Se mantuvo callado y se limitó a pegarme un repaso muy descarado. ¿Por qué no hacerlo yo también?

Llevaba el pelo castaño oscuro irresistiblemente desordenado, sus ojos habitualmente de un verde claro, ahora estaban oscurecidos de lujuria, por enrollarse con Rose, supongo. Los labios rojos e hinchados, y cómo no fijarme en ese piercing que empezaba a pensar que me volvía loca. Respiraba algo agitado. Llevaba una camiseta de manga corta gris en la que se le podían apreciar los tonificadisímos músculos por tantos entrenamientos de fútbol, aunque sólo se notaban si te fijabas bien. Sus abdominales apenas se notaban. Sólo lo delataba alguna que otra marca al inspirar. Llevaba unos vaqueros negros con una mano metida en el bolsillo delantero, y la otra todavía agarrada a mi muñeca. Entreví unas Jordan negras. Me solté de su agarre lentamente. Él lo entendió y me soltó. Pero no se movió y siguió con su inspección. La mano que le sobró simplemente la metió en el otro bolsillo. 

Yo llevaba un escote negro sin mangas y unos vaqueros azul desgastado rotos por las rodillas. En mis pies estaban mis Nike negras favoritas. Mi pelo castaño y liso estaba trenzado en una trenza baja y bastante suelta, que me llegaba hasta el final de la cadera.

-No te olvides que debes de estar en la puerta principal de la residencia a las cinco en punto. Se agradece la puntualidad.- Dijo con un tono monótono.

Parpadeé varias veces antes de darme cuenta de que me estaba mirando fijamente a los ojos, esperando mi respuesta.

-Ya. Te escuché la primera vez.

-Sólo te lo recordaba, por si acaso.- Se defendió ante mi cortante tono.

Me empecé a alejar de ellos, cuando lo volví a escuchar. Se llevaba el primer puesto de pesado.

-Princesa, repito; Sé puntual, no me gusta esperar.

Le saque el dedo corazón a respuesta, sin mirarlo. Sólo me di la vuelta cuando sus pasos se acercaban a mí, pero sólo me adelantó para ir al baño.

Una Sola MiradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora