La resaca mortífera VII

6 3 0
                                    

Tiago

Joder. Vaya resaca que tenía. Me levanté pasándome las manos por la cara, adormilado y miré a mi alrededor. Estaba en una habitación con un ventanal enorme, una mesita de madera al lado con una botella de agua y unas pastillas. me fijé que también tenía una notita escrita a mano con una bonita caligrafía.

Hola Tiago, soy Athena. Me he tenido que ir a hacer algunas cosas, por si me buscas por casa y no me encuentras. Te escribo para que te tomes una pastilla, ayer viniste con una borrachera terrible. No voy a cuidar lo que haces o qué dejas de hacer, pero tómatela, enserio. Te hará bien. Tendrás una borrachera de la ostia. Me he sentido amable y te he dejado preparado el desayuno en la cocina. No te acostumbres. Volveré a la hora de comer, si necesitas cualquier cosa aquí tienes mi número.

Miré su número, lo guardé y me dirigí a la cocina. Por el camino me tomé la pastilla. Vi que me había preparado unas tortitas y parecía que se acababa de ir porque estaban recién hechas. También había un batido morado. Cuando lo probé sabía a mora y a plátano. Me lo tomé todo bastante rápido. Eran casi las dos de la tarde, así que me dispuse a hacer la comida para ambos. Ella ya se había preocupado por mí anoche y esta mañana, así que hoy me tocaba a mí. No quería sentir que debía algo. Preparé unas empanadillas precocinadas y unos nuggets. Comí rápidamente y empecé a vestirme. 

Tenía que ir a ver a mi hermanastro Luke, no me caía muy bien. Tenía unos ocho años, pero ya se comportaba completamente como su padre. Me hervía la sangre cuando se creía que sólo su padre debería de ser el presidente -cuando en verdad era abogado- y que él nos mataría a todos. Sí, cuando lo conocí, lo amé. Cuando creció y optó la elección de odiarme y hacer que mi padre también me odiara, hizo que todos mis sentimientos hacia aquel niño se convirtieran en simple resentimiento. Tenía que ir a verlo porque mi padre "no tenía tiempo" y me obligaba a mí a ir a cuidarlo una vez al mes. 

Mi madre murió en mi parto, así que nunca la llegué a conocer. Mi padre siempre me quiso por encima de todo, sobre todo porque mi madre le dijo que si no sobrevivía al parto, que en vez de odiarme, me amara por encima de todo. Lo hizo, hasta que conoció a la madre de Luke. Ella también tenía decidido odiarme. Cuando Luke tenía cuatro años, ya tenía muy inculcado eso de odiarme. Y a los cinco, su madre desapareció. Los abandonó en una ciudad de Colombia, en ese entonces yo sólo tenía quince años. 

Tres años después, me fui de esa puta casa y me mudé a España. Como no quería volver a Colombia, donde estaban mi padre y mi hermano, ellos dos se mudaron aquí para que cuidara más de Luke, porque según él, sino sería un mal hijo y hermano.

Cogí mi moto, y al hacerlo me di cuenta que en la plaza de aparcamiento, al lado de la mía, había una moto preciosa. Una Kawasaki Ninja 400. Yo en cambio, tenía una Yamaha R7. No sabía de quién era, pero lo descubriría. Esa persona no era tonta. Era una moto deportiva y preciosa. Dejé de babear con esa moto y me dispuse a ir con mi hermano y padre.

****

Como supuse desde un principio, estar con ellos sería un aburrimiento total. Desconecté hacía rato, pero por alguna razón que en verdad no me importaba una mierda, me volvieron a llamar.

-¿A que sí, Tiago?

Parpadeé varias veces intentando orientar el rumbo de la conversación, pero no tenía ni puta idea. No sabía de lo que estaban hablando.

-Hijo, ¿Te estás enterando de algo?

Pues no, ¿Qué esperabas de mí, padre?

-Es que para ignorarme, no vengas- Protestó el pequeño.

Una Sola MiradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora