Pérdidas XIII

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Athena

Hoy íbamos a visitar lugares cercanos al lago. Pretendíamos hacer escalada, ir a montar a caballo y más cosas. La última idea la di yo, y habíamos llamado de antemano para hacer un paseo los nueve. Nos costó bastante dinero, pero Tyler se ofreció a pagar todo. Así que pensamos en ir a pasar la mañana en un centro de deportes donde aprenderíamos a hacer tiro con arco, escalada y una clase de gimnasia. Lo hicimos para reírnos de los chicos, literalmente. Luego iríamos a comer a un restaurante italiano muy bien valorado de la zona, y a la tarde estaríamos paseando por la montaña con los caballos. Para finalizar el día, iríamos a ver las estrellas a un claro. Iríamos de la misma manera en la que llegamos a la casa del lago. 

Me levanté bastante pronto, sobre las ocho de la mañana. Qué fuerte, en vacaciones madrugaba sin despertador, pero los días que tenía que ir a la universidad me costaba hasta abrir los párpados. 

-Buenos días, Athenea.- Dijo bromeando con mi nombre.

-Buenos días, Morado.- Se la devolví.

Se oyó un grito desgarrador en la cocina y ambas nos miramos sobresaltadas. Salimos corriendo escaleras abajo.

-¡¿Qué pasa?!- Pregunté asustada.

La que había gritado era Irene y sostenía una sartén en la mano apuntando algún punto. A su lado Dani parecía cansado e irritado.

-Irene, me he despertado y casi me das un infarto sólo porque has visto un gato.- Se quejó Dani bostezando.

Me fijé en lo que estaba señalando. Un gatito de unos tres meses estaba ahí. Lo reconocí al instante. Era un Nebelung de ojos verdes.

-¿Es enserio que le temes a esta preciosidad?- Dije con voz chillona acercándome al minino.

El gato se sobresaltó por mi tono de voz, pero cuando empecé a acariciarle la cabeza, empezó a ronronear. Me puse de rodillas y se subió a mi regazo. Se frotó contra mí con la cola en alto. 

-Joder, ya se ha encariñado.- Se lamentó Violett.

Tiago apareció de pronto, estaba sin camiseta y me quedé helada un instante, me quedé embobada mirándolo. Hasta adormilado me parecía irresistible. Qué lamentable.

Cuando Tiago me vio, sonrió ligeramente. Cogí al gatito en brazos y se lo enseñé sin decir nada. Su sonrisa desapareció y miró a todos lados antes de fijarse en mí.

-¿No te lo irás a llevar a casa, verdad?

No lo había pensado, pero no tuve que pensarme mucho la respuesta.

-Claro que sí. 

Tiago me miró como si estuviera loca y se acercó al gato.

-Te lo vas a cargar, lista.

Uy, ya estamos insultando.

-¿Yo? Para nada.- Me hice la santa.

-¿Cómo piensas mantenerlo? ¿A base de chocolate?

-El chocolate es tóxico para los gatos. Y por otra parte, no soy millonaria, pero no soy pobre, ¿Sabías?

Nos miró a ambos varias veces. Se acercó un poco más hasta poder hablar sin que nadie se enterara. Aunque en sí debería estar acostumbrada a tenerlo cerca, la verdad es que no lo estaba.

Una Sola MiradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora