Que las cervezas vuelen VIII

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Athena

Si se pensaba que me iba a quedar aquí en casa estudiando lo llevaba muy claro. Bueno, era mi plan principal, pero ya había insinuado dos veces que era tonta, literalmente. He actuado como una niña de seis años, pero lo hecho hecho está. 

En diez minutos ya habíamos llegado. Aunque Marco me hubiera ido a buscar, íbamos en el coche de Irene los tres. Había dicho que cogería mi moto, pero luego me di cuenta de que yo iba a beber, e Irene no. No le gustaba mucho el alcohol, así que le daba igual ser nuestra taxista. 

No habíamos dicho mucho ninguno de los tres en todo el trayecto. Lo entendía, las cosas entre Marco e Irene no estaban muy bien. Sabía que aunque ella me hubiera dicho que no pasaba nada y habían quedado con amigos, no era del todo cierto. Claro, lo decía para no tirar nuestro grupo de tres por la borda, pero a mí eso me daba igual. Prefería que el grupo se rompiera a que alguno de los dos no se sintieran cómodos. Aun así, en cuanto notaba que había tensión o incomodidad, iba corriendo a matarla.

-Sé que igual os da depresión hablar del tema, pero ¿Qué tal los exámenes?

Irene me miró como si me quisiera asesinar.

-¡Mira al frente!

Me hizo caso, pero frunció el ceño.

-He conducido por aquí hasta borracha. Por desviar la mirada cinco segundos no nos vamos a estrellar. Por otro lado...

-Da igual, sería muy triste morir por una gilipollez como esta.- La interrumpí.

-No quiero ponerme filosófico, pero morir por un accidente automovilístico no es ninguna gilipollez, mucha gente muere al año, un poquito de respeto no haría mal.- Intervino él.

-Vale, vale. Perdón.- Dije levantando mis manos en señal de rendición.

-¿Puedo hablar ya?

Asentí, aunque no me vio porque había optado por no apartar la vista de la carretera otra vez, porque tal vez, la acuchillaría con la navaja que sabía que tenía en la guantera. 

-Pues en sí un poco regulares. Pero al menos sé con certeza que todo está aprobado.

-¿Algún acontecimiento interesante?- Pregunté con poco interés.

-Si te interesa saber que me he cruzado el pasillo viendo como Rose se succionaba con Tiago, Mario, Kelly, Daniel, Hugo,...

Aunque mi corazón se hubiera saltado un latido con el primer nombre, ya me lo tendría que haber esperado. Una batalla interna se apoderó de mí y aunque seguramente sólo había tardado tres segundos, se sintieron como mil horas.

¿Estás celosa? si no sois nada.

¡No estoy celosa!

No, qué va.

Bueno, es que se lía hasta con la pared y luego me va mirando el culo cuando me marcho... Porque hasta el más tonto se habría dado cuenta. 

A todas les mira el culo, no te sientas tan especial.

Dicen que tu peor enemigo eres tú mismo, y joder que sí. Sentí que algo se rompía dentro de mí.

-Frena, ¿Quién es Daniel?

-Joder, sí que andas perdida tía.- Ambos se rieron de mí, pero me mantuve callada en espera a una respuesta.

-Se dice que Tiago nació en Colombia, y que pasó allí quince años.

Una Sola MiradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora