Fauzia Abbas.
Coloco con rapidez mi traje para ir a la oficina.
Como decirlo.
Llego tarde...
Por culpa de quedarme dormida.
Coloco algunos anillos con rapidez mientras veo como mi madre entra por la puerta sonriendo ante la situación.
-¿Fuiste a ese lugar verdad?- me pregunta sabiendo la respuesta- debes de ser más responsable hija, tu abuelo no le gustan los impuntuales-
- Pues debería de cambiar esa mentalidad, porque no soy quien decide si llegar a la hora o no- coloco las carpetas en mi bolso mientras me sigue hablando.
- Está bien, pero ten más cuidado cariño, salir a esas horas no es nada bueno-
- ¡Sí mamá!- digo mientras veo el reloj con rapidez-Te dejo! ¡Me quedan solo 10 minutos antes de que el abuelo llegue a la oficina y vea que no estoy!- le doy un beso como puedo y salgo corriendo.
Juraría que este tipo de cosas solo me pasa a mí.
La oficina queda a la vista mientras acelero el paso hacia ella.
Sé que el abuelo es la persona que no le gusta que lleguemos tarde, según él, damos una "mala imagen" de la oficina, y eso es lo último que deberíamos de hacer. Es el hombre más estricto como jefe, pero bueno, digamos que gracias a Dios, tengo el privilegio de ser alguien de la familia, y que el castigo es menor. O eso creo.
El motor se apaga en el gran parking de la oficina, no pierdo más tiempo y tomo todas las carpetas para salir corriendo hacia el elevador. No pienso ni veo en lo que pasa a mi alrededor, así que solo apresuro el paso para llegar a donde debo de estar.
Miro el reloj en mi muñeca, solo me quedan cuatro minutos antes de la reunión, así que debo de darme prisa.
Escucho varias veces que me llaman a mi nombre, pero también veo como el reloj cambia la hora, no me paro a ver de quién se trata, solo corro por toda la oficina para poder llegar a la mía.
Abro la puerta de mi oficina, la habitación está envuelta de una gran oscuridad, pero entre mi torpeza y mis manos, consigo hacer que eso desaparezca, mientras dejo todo lo mío, y releo la hoja con la organización de la junta.
Recupero mi respiración mientras paso mi mano por mi pelo, pero eso dura poco cuando la puerta detrás de mí se abre, dejando a los grandes hombres de esta oficina a la vista.
Mi Abuelo.
Y Mis tíos.
Quienes me ven con una sonrisa en la cara los cinco.
-¿Lista?- habla uno de mis tíos- la junta debe de empezar ahora mismo, y los socios ya están en su lugar-
-Sí, vayan ustedes, ahora mismo les alcanzo- digo escondiendo mi respiración agitada.
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El Capo y su Dama
RomanceAquella mujer solo era una cocinera como las demás. Dulce, sonriente, amable, todo lo que un ser humano necesita para poder ser feliz . Pero ella, cayó en las manos equivocadas, cayó entre las manos de su jefe, el Capo de la Mafia japonesa. Akihiro...