Capitulo 37

314 22 9
                                    

Akihiro Fujiwara

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Akihiro Fujiwara.

Bebo de mi café, dejando que el amargo calor descienda por mi garganta, mientras el silencio se apodera de la mansión. Todo estaba en calma, un contraste absoluto con el caos de la noche anterior. Cada rincón de este lugar parecía envuelto en un silencio absoluto, aunque en realidad todas las almas presentes estaban trabajando para mí en un silencio absoluto.

El sol aún tardaría en salir por completo, las primeras luces apenas asomaban en la mansión. Aun así, una parte de mi día ya estaba hecha.

Había cuidado de ella, la había dejado descansar, asegurándome de que, aunque el mundo pareciera derrumbarse a nuestro alrededor, su espacio, al menos por ahora, fuera seguro.

No pude descansar durante la noche, mi alma me lo impidió; no me dejó ir a dormir cuando ella había estado en ese estado durante mi llegada.

Pasé la noche, con los ojos puestos en ella y la verdad...

No me arrepiento de nada.

Incluso juraría que me sentía listo para este nuevo día, donde todo debía ser enfrentado.

La noche transcurrió con mi cuerpo hundido en ese viejo sillón al lado de la cama. La observaba dormir, con el rostro perdido en ese sueño agitado, entre pesadillas que parecían no dar tregua.

Cada gemido de angustia, cada movimiento nervioso de su cuerpo, me calaba hasta el alma. Pero cuando esos murmullos se transformaban en gritos desgarradores, lo único que podía hacer era levantarme del sillón, retroceder hacia el pasillo, esperando en la oscuridad hasta que, poco a poco, el silencio retornara y ella se sumergiera de nuevo en el inquietante descanso.

Mi lugar estaba a su lado, incluso si ella aún no era capaz de verlo o aceptarlo.

Así pasé la noche, cerca de su alma pero lejos de su mente y ojos.

—Aquí está lo que nos pidió, señor —la voz del chef me saca de mis pensamientos.

Veía cómo colocaba el plato frente a mis ojos; en él reposaban todos los elementos necesarios para una buena alimentación, todo lo que realmente necesitaba mi dama.

—Puedes retirarte —ofrecí aquella orden, viendo cómo bajaba la mirada y salía de la cocina de nuevo.

Había jurado encargarme de todo lo que tuviera que ver con ella, cada pequeño detalle que pudiera contribuir a su recuperación, y debíamos comenzar por algo esencial: su nutrición. Su cuerpo se había debilitado, su vitalidad se había reducido al mínimo. Ella había dejado de lado algo tan fundamental para cualquier ser humano, tan básico como la comida. Y esa negligencia, por más que fuera consecuencia del infierno al que había sido sometida, podía llevarla, sin duda alguna, hacia un punto de no retorno. A la muerte.

Hoy era el día de empezar a cumplirlo. De iniciar ese largo proceso en el cual cada pequeña victoria importaría, donde cada bocado que tomara sería un paso hacia su recuperación.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 03 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El Capo y su DamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora