Fauzia Abbas.
Me remuevo como puedo en aquella habitación, mis ojos se van abriendo poco a poco adaptándose a la luz del sol que entra por las grandes ventanas.
Hasta que abro por completo los ojos, viéndome sola en esta habitación.
Suelto un suspiro.
Dios, que habíamos hecho ayer por la noche.
La situación se nos había salido de las manos. No había explicación ninguna de por qué nuestros labios se habían juntado de aquella manera tan dominante y apasionante, pero solo agradecía que las cosas no habían pasado a mayores.
Suelto un suspiro cuando, solo de pensarlo, mi corazón se acelera de nuevo. Sus labios se sentían tan bien sobre los míos, que mi alma recuerda las sensaciones a la perfección. Recuerdo cómo me mantenía entre sus brazos, mientras el agua caía sobre nosotros dos, mojándonos por completo.
Mi mente vuelve a la, realidad cuando un sonido molesto se hace presente en la habitación.
Mis ojos lo buscaban por todas partes hasta dar con un teléfono móvil encima de la mesita de noche.
Mi teléfono sonaba con fuerza, esperando que lo tomara entre mis manos mientras intento estirarme un poco para poder alcanzarlo, y así ver de que se trataba todo este ruido.
La pantalla reflejaba un nombre en especial, que me enfrió la sangre en cuestión de segundos.
El teléfono sonaba sin cesar hasta que decidí aceptar aquella llamada, esperando oír buenas noticias.
—Por fin respondes, hija— la voz de mi padre resonaba en la habitación.
—Lo siento papa, estaba dormida —respondí.
—Te ves algo cansada, Fauzia, todo bien por ahí hija?—
Mis palabras dejan de salir de mi boca. No podía mentirle y decirle que sí, ya que no era la verdad viendo mi estado, pero tampoco podía contarle la verdad, ya que conociéndolo bien quera que vuelva ahora mismo cerca de él.
—Sí.. Sí.. Todo está bien —intento que mi voz salga segura, pero era algo complicado cuando sabes que tu padre te conoce a la perfección— Qué tal están las cosas por ahí? —
Atrás de aquella línea telefónica escuché cómo mi padre saltaba un suspiro. Eso no se escuchaba nada bien.
—¿Papa? ¿Qué ocurre — me siento en la cama escuchando cómo él se sienta en algún lugar— papa no me asustes, qué ocurre?—
—Me gustaría decirte que toda está bien, pero no es el caso, hija. Desde que te fuiste, las muertes no hacen que aumentar, sin hablar de las amenazas que recibimos cada día—
—¿Por qué no me lo dijiste antes?—Suspiro dándome cuenta de la realidad —¿Qué hizo el abuelo estos días ante todo esto?— Pasé mis manos por mi cabello dándome cuenta de la realidad de la cosa.
ESTÁS LEYENDO
El Capo y su Dama
RomanceAquella mujer solo era una cocinera como las demás. Dulce, sonriente, amable, todo lo que un ser humano necesita para poder ser feliz . Pero ella, cayó en las manos equivocadas, cayó entre las manos de su jefe, el Capo de la Mafia japonesa. Akihiro...