Capitulo 22

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Akihiro Fujiwara

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Akihiro Fujiwara.


Los coches de la mafia japonesa avanzan en gran velocidad hacia nuestro destino.

Hace  un par de minutos que posamos suelo japonés, y desde ahí nos dirigimos  hacia la mansión, donde los demás nos esperan, sin perder tiempo en tonterías.

Desde que nos subimos al coche, la señorita Abbas  se mantenía en silencio trabajando en su ordenador, tecleando con  agilidad sobre el. Pero no me hacía mover ni un solo dedo para saber que  se estaba encargando de temas de su empresa junto al objetivo que  fijamos.

Mis ojos no dejaban de detallarla.

Mis pupilas veían una mujer realmente concentrada que llamaba mi atención. Su forma  de tratar las cosas era la misma en la que hablaba, vivía o trataba a  los demás. Con naturaleza y dulzura, pero a la vez con seriedad. Todo en  ella mostraba interés por poder acabar con el tema de las tierras y, según ella, poder volver a vivir en paz.

Su cabello castaño con  delicadas ondulaciones caía sobre sus hombros, sus manos se movían sobre el teclado con rapidez y sus ojos... sus ojos color azul marino  no dejaban  de ver el ordenador con concentración. Ella estaba realmente concentrada, que, da igual lo que pasaba a nuestro alrededor, ella seguía trabajando.

Bueno,  eso era hasta que, en medio de nuestro silencio donde yo me mantenía contemplándola ella posó sus ojos sobre los míos, para poder mostrarme  su dulce sonrisa segundos después.

—¿Hay algún problema, señor Fujiwara?—dice divertida sin dejar de sonreír.

Me remuevo en mi lugar viendo esa sonrisa de su parte.

—Ninguno que yo sepa— respondo sin dejar de verla sonreír.

—Por  un momento lo olvidé, mi jefe es un hombre muy serio y muy maduro para  tener problemas con alguien— dice sin dejar ese tono divertido y sarcástico en su voz femenina, pero esta vez deja de verme a los ojos.

—¿Algo que quiera declarar en contra de su Jefe, Tekubi(muñeca)?— respondo siguiéndole el maldito juego que ella creaba.

—No  por el momento, guardaré mis acusaciones para el momento  adecuado—responde riendo, pero segundos después sin dejar de sonreír  continua la conversación— estoy organizando los días aquí en Japón, también mandé a que me enviaran más información sobre la persona que  buscamos y bueno, digamos que encontré algo interesante— ella parece  analizar varios documentos— Pero eso lo dejaremos para más tarde, una  vez que hayamos descansado—

—Creo que no será posible, tu jefe  odia la espera, querida Dama— sus ojos vuelen a posarse sobre los míos.  Pero ya era demasiado tarde. Habíamos llegado a nuestro destino.

—Tendré  que hacerle esperar, querido jefe, ya que hay más cosas importantes que hacer —dice para aceptar la mano de uno de mis guardias y así dejarme  con las palabras en la boca, solo, en la camioneta.

El Capo y su DamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora