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Cuti estacionó el auto, todavía con una sonrisa estúpida en los labios. Sentía que estaba sonriendo desde que se había levantado. Tan solo de recordarlo sentía un escalofrío de satisfacción: las pecas de Deki como constelaciones estampadas en su espalda, el contraste que hacían sus pálidos muslos en el agarre de sus manos morochas, sus cristalizados ojos celestes mirándolo desde abajo.

Si, había sido una buena noche.

Mientras llegaba a la entrada del edificio de los Spurs, Cuti notó que no era el único que llegaba tarde. Sonny venía a paso apresurado desde el lado contrario del estacionamiento, con el pelo mojado y unas gafas de sol puestas.

Aunque Sonny estaba unos metros más lejos, tenían prácticamente que recorrer la misma distancia hacia la puerta de entrada e iban a llegar al mismo tiempo. Por más que Cuti se apresurara, no había manera de que pudiera entrar antes sin cerrarle la puerta en la cara.

La madre de Cuti no había criado a un maleducado, así que cuando cruzó la entrada cinco segundos antes que Sonny, se detuvo y le sostuvo la puerta. Sonny se frenó y lo miró fijamente.

Si no tuviera puestas las gafas, Cristian habría podido ver la furia que destilaba en los ojos del coreano. Había muchas cosas que Sonny quería reclamarle, pero no tenía derecho a hacerlo y eso solo lo hacía enojar más.

—¿Vas a pasar o no? —lo apuró Cuti con impaciencia. Ya se estaba sintiendo ridículo sosteniendo la puerta como si fuera su mayordomo.

Sonny resopló, indignado, y pasó rápido a su lado.

—De nada —murmuró Cuti con una mueca, dejando que se cierre la puerta.

Pero el encuentro incómodo se alargó más, ya que iban para el mismo lado. Sonny caminó, con su bolso apretado contra su pecho y la mirada al frente. Cuti, aferrado a su bolso de mate, tampoco hizo contacto visual. Caminaron juntos en silencio hasta llegar a los vestidores. Ya todos sus compañeros estaban en el gimnasio así que el aire cargado de tensión se mantuvo entre ellos mientras se cambiaban.

Cómo si el día de Sonny no estuviera siendo de por sí terrible, cuando guardó sus cosas en el locker con demasiada fuerza, el bolso rebotó y cayeron varias de sus cosas al suelo. La rabia y la frustración se apoderaron de él mientras se agachaba a levantar los potes de shampoo y acondicionador, las canilleras extras y demás chucherías.

Se tensó por completo cuando sintió como Cuti se agachaba a su lado, con un desodorante en aerosol que había rodado a sus pies segundos antes. Cuti metió el desodorante en el bolso donde Sonny estaba guardando sus cosas.

Por una fracción de segundos, Sonny se negó a levantar la mirada. Su perfume lo mareó y Sonny no confiaba en sí mismo para encontrarse con el rostro del cordobés a tan poca distancia. Pero mirar hacia abajo tampoco ayudó, porque ver las grandes manos de Cristian solo le trajo recuerdos de cómo esas manos solían sostenerlo de todas las maneras posibles. Ya sea un posesivo toque en la cintura, o cargando con todo el peso de su cuerpo cuando Sonny estaba demasiado exhausto para hacerlo por sí mismo.

Seguramente del mismo modo había sostenido a Deki en la noche de su cumpleaños.

La sola idea lo llenó de rabia y de otro sentimiento lacerante en el que Sonny no quería profundizar en ese momento.

Sonny le arrancó sus cosas de las manos a Cristian.

—Puedo solo —masculló mordaz.

Cuti abrió la boca, pero la cerró inmediatamente, tragándose sus palabras. En su lugar rodó los ojos y se levantó. No quería pelear con Sonny. Se había levantado de buen humor y no tenía ganas de volver a hundirse en la melancolía. Así que se terminó de atar los botines y entró en el gimnasio.

Me la juego por vos (Cutison/Cutisevski) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora