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Cristian estaba enojado con él ese día.

Bueno, lo estaba desde hace mucho tiempo, pero por el modo en que lo miró con el ceño fruncido cuando se chocaron en el gimnasio, supo que estaba particularmente más enojado que antes.

Sonny sabía que había vuelto a cagarla. Entró en pánico después de ver qué le había mandado todos esos mensajes vergonzosos, y cuando se ponía nervioso se ponía a la defensiva. Estaba tan alterado por la estupidez que había hecho que ni siquiera se puso a pensar que Cuti le había respondido un mensaje después de lo que parecían años.

Y ahora estaba enojado con él. Más que antes.

Para colmo ese día Sonny se sentía un poco como un trapo de piso. Tal vez era culpa de la resaca, pero ese día Son estaba más vulnerable que de costumbre. La mirada de cachorro pateado que le daba Pedro de vez en cuando lo hacía sentir un poco culpable. Y como si no fuera suficiente, ver a Deki pegado a Cuti, haciéndolo reír, hacía que Sonny sintiera ganas de vomitar.

Y de matar a alguien (A Deki).

Y de esconderse en su cama un mes.

Para colmo, ese día en los entrenamientos Cuti parecía haberse acordado de que era un defensor sanguinario y en un fuerte empujón por la pelota mandó a Sonny directamente al suelo. El coreano estaba distraído, ni siquiera lo vio venir, y lo siguiente que supo es que estaba cayendo hacia el césped, con su tobillo enganchado al de Cristian.

Una punzada de dolor lo golpeó y se quejó, llevándose una mano al tobillo. Rápidamente sus compañeros se preocuparon. Algunos le recriminaron a Cuti por ser demasiado brusco.

Stellini, que siempre tenía esa cara de haber dormido poco, se acercó a preguntarle si le dolía. Sonny admitió que tenía una ligera molestia.

—Acompañalo a la enfermería —le dijo Stellini a Cristian, con un suspiro cansado—. Y reza porque no sea nada. Tenés que aprender a tomarte los entrenamientos con más calma, ¿cuántas veces lo hablamos?

Cristian no dijo nada, solo asintió ante la orden. Su ceño fruncido ya no era por el enojo. Todos sabían que no les convenía perder a un jugador en esa instancia, menos al corazón del equipo.

Sonny levantó la mirada y se encontró con la mano de Cristian extendida hacia él. Cómo muchas veces antes, cómo hace mucho que no estaba extendida. Tragó saliva y la tomó. Son se encontró fascinado, como siempre, de lo pequeña que se veía su mano en la de él. Cómo un reflejo, extendió su otra mano.

Muchas veces en la cancha, cada vez que un rival le hacía una falta, Sonny sabía que si extendía ambas manos aparecería Cristian y lo levantaría. Había veces que él no dejaba que nadie más le ayudará, siempre lo esperaba a él y él siempre aparecía.

Cuti miró su mano y Sonny se preguntó si él también estaría recordando lo mismo. Finalmente, Cristian tomó su otra mano y tiró de él para ponerlo de pie.

—¿Te duele para caminar? —le preguntó, con esa tonada suya.

Sonny apoyó el pie tentativamente, sus manos todavía fuertemente agarradas a las de Cuti.

—Un poco.

Cristián se posicionó a su lado, Sonny tuvo que obligarse a soltarlo.

—Apoyate en mí —le dijo Cuti, palmeando su propio hombro.

Sonny tragó saliva pero no tardó en posicionar su brazo izquierdo alrededor de los fuertes hombros de Cristian. El cordobés rodeó la cintura del coreano con su brazo. Sonny sintió un hormigueo cálido.

—Vamos tranqui —dijo Cuti.

Sonny asintió, manteniendo su mirada en el suelo. Su corazón latía como loco. Estaba nervioso y era ridículo teniendo en cuenta todas las cosas que había hecho con ese hombre. Pero había sentido como si fueran desconocidos esos últimos meses y no podía evitar sentirse un poco emocionado por la sensación de su cuerpo contra su costado, por volver a tener su mano en su cintura, por poder sentir su colonia tan cerca de nuevo.

Me la juego por vos (Cutison/Cutisevski) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora