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Sonny sentía las burbujas del champán dentro de su cráneo. Su mente estaba un poco achispada, pero al mismo tiempo, estaba más lúcida que nunca porque Sonny acababa de ser consciente de que tenia a Pedro en su sillón, hablando con ese acento español suyo hace media hora.

No sabe lo que lo orilló a mandarle un mensaje a las nueve de la noche de un sábado, pero ahí estaban.

Tal vez fue porque todavía tenía en la mente aquella mirada que Cristian le dió al sueco. O tal vez eran esos tres mensajes sin responder. A lo mejor tuvo más que ver con todos esos mensajes destacados que Sonny todavía no borraba por alguna maldita razón.

Solo quería demostrar que no le importaba, que él también podía estar con alguien más, con quién él quisiera. Y capaz que también quería subir alguna historia de las copas de champán para que se supiera que estaba acompañado.

Pero poner celoso a Cristian ya no funcionaba, solo lo alejaba más. Aunque, ¿podía estar más lejos?

—Estas distraído —dijo Pedro, dándole una sonrisa avergonzada—. Perdón, ya se que hablo mucho. Es que estoy nervioso.

Él era adorable, pensó Sonny. Tenía esa sonrisa brillante con hoyuelos, con la que podría publicitar una marca de dentífrico. No era como la sonrisa de Cuti, la cuál era infantil y mostraba tanto los dientes de arriba como los de abajo, como si de chiquito hubiera aprendido a forzar la sonrisa para las fotos familiares...

Basta.

—Sí —dijo Sonny—. Hablas mucho.

Y tiró de su camisa y lo besó, así sin previo aviso. Pedro tardó unos segundos en salir del shock, pero luego, respondió a su beso de manera lenta y dulce.

Demasiado lento, Sonny quería que lo besara con más pasión, como si no pudiera aguantar un segundo sin consumirlo. ¿Y por qué mierda Pedro tenía las manos a los costados?

Sonny se separó, frustrado.

—Pedro, ¿sabes que podés tocarme, no? —le dijo lo más dulce que pudo.

—Ah, sí, perdón —dijo, moviendo sus manos a las cintura de Sonny—. Es que no sabía si querías que...

—Si quiero. No te invite a jugar a las cartas, tontito.

Pedro abrió la boca, sorprendido.

—Oh, entonces, ¿tú quieres que nosotros...?

—Sí.

Oh...

Sonny suspiró y se puso de pie.

—Vamos arriba.

Pedro lo siguió titubeante hasta su habitación. El español no pudo admirar mucho de su cuarto porque Sonny ni prendió la luz ni le dió tiempo de chismear, antes de volver a tirar de su camisa, esta vez para quitársela. Sonny se desvistió poco después y antes de darse cuenta Pedro estaba siendo empujado hacia la cama.

Cuando el español fue consciente de lo que estaba pasando y de que por fin se le iba a dar lo que tanto soñó, comenzó a ser más participativo. Besó sus labios y acarició el torso del coreano.

—Tírame del pelo —le pidió Sonny.

Pedro se sorprendió un poco, pero le hizo caso.

—¿Así?

—Más fuerte.

Pedro volvió a hacerlo. Lo hizo de manera titubeante, Sonny no estaba del todo conforme pero decidió dejarlo pasar. Estaba caliente, hace meses que nadie lo tocaba y ya era hora de que alguien lo mimara.

Me la juego por vos (Cutison/Cutisevski) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora