capítulo 8

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El tercer encuentro llegó hacia el final de la tarde. Cuando Hyunjin había avanzado hasta la parte alta de las colinas, un campesino se acercó hacia el silbando por el sendero. Hyunjin pensó que sería un pastor, que volvía a casa tras
cuidar de sus ovejas. Era un hombre joven muy apuesto, de unos cuarenta años más o menos.

—¡Dios mío! —se dijo Hyunjin—. Esta mañana me habría parecido un hombre mayor. ¡Cómo lo cambia todo el punto de vista!

Cuando el hombre vio a Hyunjin murmurando para sí, se apartó con cuidado hacia el otro lado del sendero y la saludó con gran amabilidad.

—¡Buenas tardes, padre! ¿Hacia dónde va?

—¿Padre? —dijo Hyunjin—. ¡Yo no soy tu padre, joven!

—Era solo una forma de hablar —dijo el pastor, apartándose lentamente hacia el seto del otro lado—. Solo le he preguntado por educación, al verlo caminar por las colinas a esta hora de la tarde. No volverá a Upper Folding antes de que anochezca, ¿verdad?

Hyunjin no se había parado a pensarlo. Se detuvo y lo consideró.

—Lo cierto es que no importa —dijo, a medias para sí mismo—. No se puede ser escrupuloso cuando se sale a buscar fortuna.

—¿De verdad, padre? —dijo el pastor. Ya había dejado atrás a Hyunjin y pareció sentirse más tranquilo—. Entonces le deseo buena suerte, siempre que su fortuna no tenga nada que ver con hechizar el ganado de los demás.

Y avanzó sendero abajo a grandes zancadas, casi corriendo.

Hyunjin lo miró indignado.
—¡Me ha tomado por un brujo! —le dijo a su bastón.

Le dieron ganas de asustar al pastor gritando cosas desagradables, pero le pareció una maldad. Siguió avanzando cuesta arriba, refunfuñando.

Al poco tiempo llegó a las tierras altas cubiertas de brezos, donde los setos de ambos lados del camino habían desaparecido. A lo lejos se veían pendientes cubiertas de hierba amarilla que se agitaba con el viento. Hyunjin siguió adelante con determinación.

Para entonces le dolían los pies viejos y nudosos, la espalda y las rodillas. Estaba tan
cansado que no podía ni murmurar, pero siguió adelante, jadeando, hasta que el sol se acercó al horizonte. Y de repente comprendió que no podía dar un paso más.

Se dejó caer sobre una piedra junto al camino, preguntándose qué hacer.
—¡La única fortuna en la que puedo pensar ahora mismo es una silla cómoda!
—exclamó.

La piedra resultó ser una especie de mirador, que le ofreció a Hyunjin una vista magnífica del camino por el que había venido. A sus pies se extendía casi todo el valle con sus campos, vallados y setos, los meandros del río y las mansiones elegantes de los ricos que resplandecían entre las arboledas bajo el sol poniente, hasta llegar a las montañas azules a lo lejos.

Justo debajo se veía Market Chipping.
Hyunjin contempló sus calles que le resultaban tan familiares. Ahí estaban la Plaza del Mercado y casa Cesari. Podría haber tirado una piedra por la chimenea de su casa, junto a la sombrerería.

—¡Qué cerca estoy todavía! —le dijo Hyunjin a su bastón, desanimada—. ¡Tanto andar para llegar justo encima de mi propio tejado!
Cuando el sol se ocultó se quedó frío sentado en aquella piedra.

Hacía un viento desagradable que soplaba desde todos los lados al mismo tiempo cuando Hyunjin intentaba guarecerse de él. Ahora ya no le parecía tan poco importante pasar la noche en las colinas. No dejaba de pensar, cada vez con mayor insistencia, en una silla cómoda junto a la chimenea, y también en la oscuridad y los animales salvajes. Pero si regresaba hacia Market Chipping, no llegaría antes de la medianoche.

Lo mismo le daba seguir adelante. Suspiró y se levantó. Le crujieron todos los huesos.
Era horrible, le dolía todo.

—¡Nunca me había dado cuenta de lo que tienen que soportar los ancianos!
—exclamó mientras avanzaba cuesta arriba con dificultad—. De todas formas, no creo que me coman los lobos. Debo estar demasiado seco y duro. Es un consuelo. La noche venía con rapidez y las altas colinas cubiertas de brezo eran de un azul grisáceo. El viento se volvió más afilado. Los jadeos y los crujidos de sus huesos
resonaban con tanta fuerza en sus oídos que tardó un momento en darse cuenta de
que no todos los chasquidos y jadeos procedían de ella misma. Levantó la vista nublada.

El castillo del mago Lee Know se acercaba traqueteando hacia el sobre el brezo.
Tras sus negras almenas ascendían nubes de humo negro. Era una figura alta, delgada, pesada y fea, y realmente siniestra. Hyunjin se apoyó en su bastón y lo observó. No estaba particularmente asustado. Se preguntó cómo se movería.

Pero lo que más le llamó la atención fue que aquel humo debía significar que dentro de
aquellos muros negros y altos habría una chimenea.

—En fin, ¿por qué no? —le dijo al bastón—. Dudo mucho que el mago Lee Know quiera mi alma para su colección. Solo acepta jovencitas.
Levantó el palo y lo agitó con autoridad en dirección al castillo.

—¡Alto ahí! —gritó.

El castillo obedeció deteniéndose con mucho estruendo, a unos veinte pasos
colina arriba. Hyunjin se sintió tremendamente agradecido mientras avanzaba cojeando hacia él.

El castillo ambulante - MinjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora