capítulo 33

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Mientras tanto, Seungmin no dejaba de acercarse a Lee Know intentando preguntarle
por el desconcertante conjuro. A Lee Know no dejaban de ocurrírsele nuevos e intrincados detalles para contarle al Rey y apartaba a Seungmin una y otra vez.
—Ahora no, Seung. Y he pensado, Hyunjin, que te vendría bien algo de práctica para que el palacio no te sobrecoja. No sería buena idea que te quedaras paralizada en medio de la audiencia. Ahora no, Seung. Así que te he organizado una visita a mi viejo tutor, el señor Pentstemmon. Es un anciano majestuoso. En cierto modo es más majestuoso que el propio Rey. Así te acostumbrarás a ese tipo de cosas antes de llegar a Palacio.
Para entonces Hyunjin estaba deseando no haber dicho que sí. Se sintió totalmente
aliviado cuando por fin Lee Know se volvió hacia Seungmin.
—A ver, Seung. Te toca a ti. ¿Qué pasa?
Seungmin agitó el papel gris brillante y explicó a borbotones desconsolados cómo aquel conjuro era imposible. Lee Know se quedó un tanto sorprendido al oírle, pero cogió el papel, diciendo:
—¿Cuál es tu problema? —y extendió la hoja. Se quedó con la mirada fija y arqueó una ceja.
—Lo intenté tomándolo como un acertijo y también probé siguiéndolo al pie de
la letra —explicó Seungmin—. Pero Hyunjin y yo no pudimos atrapar a la estrella fugaz
y...
—¡Madre mía! —exclamó Lee Know. Empezó a reírse y tuvo que morderse el labio
para parar—. Pero, Seung, este no es el conjuro que te dejé. ¿Dónde lo has encontrado?
—En la mesa, en ese montón de cosas que Hyunjin amontonó junto a la calavera
—dijo Seungmin—. Era el único conjuro nuevo que había, así he pensado...
Lee Know se levantó de un salto y buscó entre las cosas que había en la mesa.
— Hyunjin ataca de nuevo —dijo. Apartaba las cosas a un lado y a otro mientras
buscaba—. ¡Debí de haberlo imaginado! No, el conjuro no está aquí—. Dio un
golpecito a la calavera sobre la frente marrón y brillante—. ¿Cómo estás, amigo? Tengo la impresión de que vienes de allí. Estoy seguro de que al menos la guitarra sí.
Esto... Jin, querido...
—¿Qué? —preguntó Hyunjin.
—Viejecillo entrometido, desobediente Hyunjin —dijo Lee Know—, ¿Me equivoco al pensar que has girado el pomo con la mancha negra hacia abajo y has sacado por la puerta tu larga nariz?
—Solo el dedo —dijo Hyunjin con dignidad.
—Pero abriste la puerta —dijo Lee Know—, y la cosa que Seungmin cree que es un conjuro debe de haberse colado por ella. ¿No se os ocurrió a ninguno de los dos que no se parece a ningún conjuro?
—A veces los conjuros tienen un aspecto raro —dijo Seungmin—. ¿Qué es?
Howl soltó una carcajada.
—Decide cuál es el tema y escribe otro verso. ¡Ay, señor! —dijo, y salió corriendo
hacia las escaleras—. Os lo enseñaré —dijo mientras las subía a grandes trancos.—Creo que anoche perdimos el tiempo correteando por los pantanos —dijo Hyunjin—. Michael asintió con expresión sombría. Hyunjin se dio cuenta de que se sentía ridículo—. Fue culpa mía —añadió—. Yo abrí la puerta.
—¿Qué había fuera? —preguntó Seungmin con gran interés.
Pero justo entonces Lee Know bajó las escaleras corriendo.
—Resulta que no tengo el libro —dijo. Ahora parecía molesto—. Seungmin, ¿te he
oído decir que intentaste atrapar una estrella fugaz?
—Sí, pero estaba muy asustada y se cayó en un charco y se ahogó —dijo Seungmin.
—¡Gracias al cielo! —dijo Lee Know.
—Fue muy triste —dijo Hyunjin.
—¿Conque triste, eh? —dijo Lee Know, más alterado que nunca—. Fue idea tuya, ¿a
que sí? ¡Cómo no! ¡Te imagino perfectamente cojeando entre los charcos, animándole! Pues permíteme que te diga que es la cosa más estúpida que ha hecho en su vida. ¡Y todavía habría sido peor si la hubiera atrapado por casualidad! Y tú...
Calcifer chispeó soñoliento en la chimenea.
—¿A qué viene tanto escándalo? —preguntó—. Tú también atrapaste una, ¿no?
—Sí, y... —lee know se giró a Calcifer para taladrarle con su mirada vidriosa, pero
consiguió dominarse y se volvió hacia Seungmin—. Michael, prométeme que no volverás a intentar cazar otra.
—Te lo prometo —dijo Seungmin encantado—. ¿Y qué es eso si no es un conjuro?
Lee Know miró el papel gris que tenía en la mano.
—Se llama Canción, y eso es lo que es, supongo. Pero no está todo y no recuerdo el resto—. Se quedó pensando, como si se le hubiera ocurrido una nueva idea, algo que parecía preocuparle—. Creo que el siguiente verso era importante —dijo—. Será mejor que lo lleve de vuelta y vea... —fue hacia la puerta y giró el taco con el negro
hacia abajo. Entonces se detuvo. Se volvió a Seungmin y a Hyunjin, que naturalmente
estaban los dos mirando hacia la puerta—. Está bien —dijo—. Sé que Hyunjin se colará de alguna manera si la dejo aquí, y no es justo para Seungmin. Venid los dos, así puedo teneros vigilados.
Abrió la puerta hacia la nada y se adentró en ella. Con las prisas, Seungmin se
tropezó con el taburete. Hyunjin desparramó los paquetes a un lado y a otro del hogar
al levantarse de golpe.
—¡No dejes que se quemen con las chispas! —le dijo a Calcifer apresuradamente.
—Si prometes contarme qué hay ahí fuera —dijo Calcifer—. Por cierto, ya te he dado la pista.
—¿En serio? —dijo Hyunjin. Tenía demasiada prisa como para prestarle atención.

El castillo ambulante - MinjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora